Antonio Mingote
ABC AL PASO
La lealtad del genio
ANTONIO MINGOTE, LOS PUNTOS SOBRE LAS IES CON LOS MEJORES MODALES
Ignacio Ruiz Quintano
Hasta la aparición de Mingote, para el lector (¡el verdadero dueño de un periódico!) hay tres acontecimientos que nunca fallan: el escándalo en el Congreso, el crimen pasional y la cogida de un torero, a los que de pronto se une “la viñeta de Mingote” en ABC. Todo lo demás es cencerrada.
El periodismo viene a ser una cencerrada sin ton ni son que acaba en sonsonete. Cañabate cuenta que un vendedor de “El Cencerro”, periódico anticlerical, pregonaba con un cencerro que hacía sonar mientras gritaba: “¡Contra los frailes, que comen y no trabajan!” Alguien le dijo: “Y usted qué, ¿en qué trabaja?” Y el vendedor se explicó: “¡Yo no trabajo, pero tampoco como!” Y le arreó con el cencerro en la cabeza.
En el periodismo sólo vale la pena caer para firmar un “Pedro Páramo” de Rulfo o un “Hombre solo” de Mingote.
Hombre solo
Mingote representa una lealtad superior, espiritual (desconocida en periodismo), con ABC y los Luca de Tena, la clase de lealtad descrita por Alain como “una libre y dichosa promesa a sí mismo, que cambia una simpatía natural, por encima de edades, pasiones, rivalidades, intereses y azares, en un acuerdo inalterable”. Rechaza grandes ofertas, gesto que no le perdonarán nunca.
En 1975, asume la dirección de ABC José Luis Cebrián, miembro del Opus Dei (“esa aventura estrictamente particular”, según la revista “Ecclesia”). A los becarios del 79 nos cuentan que Cebrián, cuyo San Juan o discípulo más amado es Pedro José Ramírez, corregía con tipex los escotes de las actrices setenteras en las fotos del Archivo. Y choca con Mingote, que en febrero del 76 le escribe una carta con toda la fuerza “fundante” de ABC:
“Querido José Luis: Después de la muerte de Franco no he vuelto a hacer ningún chiste sobre esos personajes [inmovilistas, Gundisalvo] que simbolizan para mí una época acabada. Los hago sobre los que hostigan al Gobierno actual. Y me sorprende que a esa Casa de ABC le alarmen unos chistes con los que pretendo ayudar a un Gobierno que es el primero del Rey. No comprendo bien cómo esos reaccionarios […] pueden influir en esa Casa que, por definición, ha de estar al lado del Rey y no de quienes ponen en peligro el trono […] Estos buenos modales que yo aspiro a tener me impiden, por ejemplo, hacer chistes sobre la oposición de la izquierda, que ni decide ni gobierna. Y si hacer chistes sobre los que no han podido levantar cabeza durante cuarenta años me parecía una cobardía, darles ahora en el cogote cuando empiezan a asomarlo a duras penas me parecería innoble […] Pero yo ya soy viejo para aprender, querido José Luis, de modo que voy a seguir haciendo lo que he hecho hasta ahora, y aceptaré con mansedumbre cristiana, hasta donde yo sea capaz, que me rechaces los dibujos que consideres rechazables.”
“Querido Antonio: Actúa como siempre, con naturalidad, y no le des más vueltas al asunto. José Luis”
Mingote pasa por la vida, ruanescamente, “con un corazón en zapatillas”, que nunca sabe o quiere hacer ruido al andar.