martes, 11 de agosto de 2020

Juan Ignacio Luca de Tena , el delfín en su laberinto


Juan Ignacio Luca de Tena


ABC AL PASO

El delfín en su laberinto

JUAN IGNACIO LUCA DE TENA Y UN DETALLE QUE SÓLO SE COMPRENDE

 AL CAMBIAR DE PERIÓDICO


Ignacio Ruiz Quintano

Juan Ignacio Luca de Tena nace delfín, príncipe heredero, que es, dice Pemán, lo más fácil o lo más difícil que existe, según se oriente la vida a la inercia comodona o ala auténtica personalidad.

Cuando Eduardo VII, tantos años Príncipe de Gales, se ponía su gardenia en el ojal, lo que hacía era luchar por hacer algo personal.

JILT es el esfuerzo brillante por salvar su nombre de pila, en peligro siempre de naufragar en ese mar de apellidos logrados y títulos solemnes como pesan sobre este príncipe de Gales del “Blanco y Negro” y del ABC (“el abecé de la conciencia nacional de España”).

Y pesa mucho. Don Torcuato lega al delfín una posición que es un milagro (debió dejarse los cuartos en un casino, como los demás, pero eligió el periodismo y transformar un oficio de rufianes en un deporte de caballeros, detalle que sólo se comprende al cambiar de periódico), y el delfín, sin moverse de sitio, se encuentra, por los tropezones de la Historia, en la oposición.

Al final de la guerra, el delfín recupera ABC, incautado desde el 20 de Julio de 1936; los primeros en llegar a la casa de Prensa Española en Serrano son José Cuartero y Ramón Pastor. Baja la Redacción usurpadora con su director a la cabeza, que entrega la casa a Pastor y a Cuartero y salen (“en paz, sin venganzas”, por orden del propietario y director) a la calle. Van llegando los antiguos redactores, procedentes de sus escondites. Aparecen rodeados de amigos. Cuando llega JILT no cabe ni un alfiler. Se abrazan y se ponen a hacer el periódico, un número extraordinario, pequeño, sin huecograbado, que sólo en la capital vende medio millón de ejemplares. Un año después, JILT es enviado de embajador lo más lejos que encuentra el Régimen, a Chile, y se lleva a Ramón Pastor de agregado de Prensa. 

Al morir el fundador, en el 29, su hijo, un treintañero Juan Ignacio, cuya vocación era el teatro, se hace cargo de ABC, donde había comenzado de cajista de imprenta (“como el Julián de ‘La Verbena’”), y acomete (¡gran libelista!) las singladuras de la República y el franquismo. Un editorial sobre Prieto lleva al ministro a querellarse contra JILT. En la conciliación con Jiménez Asúa, abogado de Prieto, y Colom Cardany (asesinado tres meses después), abogado de Luca de Tena, el juez dice al oído del periodista: “Escápese usted, que le tengo que meter en la cárcel”. De madrugada, Juan Ignacio huye de polizón en un aeroplano de línea francés.

Y empecé a conspirar por primera vez en mi vida.

En el franquismo, dice Sainz Rodríguez, “Franco desea, por todos los medios, convertir el ABC en órgano de su política... pero falla rotundamente en sus maniobras de captación”. La posición de JILT, “monárquico por emoción” (para Ridruejo, “un señorito demócrata”): evitar que a Franco le suceda el franquismo. En el 68, ABC se sitúa entre los diez primeros periódicos del mundo (“Quality Papers”).

Una muletilla profesional de JILT:

Muchas veces me he jugado el periódico y hoy es una de esas noches.


Juan Ignacio Luca de Tena