Manuel Bueno, por Sirio
ABC AL PASO
El dandy asesinado
MANUEL BUENO Y "ESO TAN PENOSO QUE ES
TENER QUE VIVIR DEL PERIODISMO"
Ignacio Ruiz Quintano
Manuel Bueno, el dandy del 98, tiene la muerte de Lorca, pero la desgracia de ser asesinado (fusilado, en la versión oficial) por los “buenos”: “Simpatizante [ni siquiera colaborador, como Largo Caballero] de la gestión de Miguel Primo de Rivera, fue fusilado por el ejército republicano en Montjuic”, es el dictamen de los sexadores de pollos de la Real Academia de la Historia.
–Lo urgente de la historiografía –escribe Revel, ingenuo, en “El conocimiento inútil”– es desentrañar las falsificaciones de los hechos inducidas por la propaganda comunista, pero no sólo por ella.
A Bueno, como bien lo explica Ruano, lo asesinan por dandy, “porque el dandy irrita lo no flexible, lo no imaginativo que hay en las masas desbordadas, y el que sea testigo de la estulticia general con su pupila irónica saca de quicio a la gran bestia que necesita volver al testigo a su condición etimológica: mártir”.
–Aquí, Ruanito, no pasa nada –se despide Bueno en Barcelona de su amigo, que quiere advertirle–. Y aunque pase, ¿quién quiere usted que se meta con gentes como usted y como yo? ¿Hay seres más inocentes? ¿Somos algo más que unos proletarios de la pluma mal pagados?
Bueno, el dandy que de un bastonazo manca a Valle-Inclán y apadrina al propio Ruano en un duelo por una condesa infiel, en el 36 está en Barcelona para hacer novelas.
–¡Soy un esclavo del Destino! –le dice (“habla igual que escribe”) quince años antes al Caballero Audaz.
En Madrid, este dandy hijo de argentino y española vive bien, sobre la calle de Larra.
–No sé si debo decirlo, pero mi madre, antes de contraer matrimonio, era hermana de la Caridad en el hospital de Durango, donde la conoce mi padre. Yo no soy bachiller siquiera. Como la vida se me había presentado dura, mi literatura era casi anarquista. He cambiado el oro literario por el cobre periodístico. ¡Y es tan penoso eso de tener que vivir del periodismo! En España lo único perfectamente organizado hasta ahora es la injusticia.
–Y de los liberales ¿qué me dices? –pregunta Carretero.
–Dato representa el escepticismo estático, y Romanones, el escepticismo dinámico. Dato tiene por ideal la quietud bien vestida; Romanones, el ruido infecundo.
Todos admiran la elegancia del Gran Dandy de la Patria (“tenía las condiciones justas para ser odiado por la horda: patriota, cristiano, culto y artista”), que también practica el cinismo (la soberbia del fracasado).
Ruano ve en Bueno un ejemplo de gran talento vencido y engañado por esos préstamos de fama con réditos usurarios sobre la gloria que hace la prensa y la maldita y tonta vida llamada de sociedad.
–No tengo sistema –se defiende–. Aquí, donde todo hombre habla de su sistema, yo no sé qué es eso.
Y un día, enfermo, en Barcelona, sacan al dandy de la cama (aquel dandy de vivir urgente, mediano de voluntad y poca fe en las cosas de la vida) unos patibularios para asesinarlo. “A él, tan aprensivo, tan delicado, tan dandy (tan elegante y europeo), muriendo a empujones y golpes de la canalla vil”.
Manuel Bueno, por Campúa