Francisco Javier Gómez Izquierdo
Todos creemos saber que el fútbol es deporte/espectáculo de conjunto, pero sólo los entrenadores lo tienen presente a todas horas. El presidente de un club, el periodismo que alecciona al aficionado e incluso usted y yo que nos las damos de "enteraos, por haber pasado veinte años en los juveniles" esperamos la inspiración fulminante del pelotero artista, driblador y por tanto, ganador.
Anoche, la final de una champions en un mundo de película de miedo nos quiso negar el artisteo de los excelentes: Messi, Cristiano, Mbappé..., e incluso el vedettismo de Neymar, ese mozo que goza de todas las bendiciones pero que a mí siempre me ha parecido que embarulla y desconcierta a sus propios compañeros, y nos devolvió aquellas sanas lecturas futbolísticas que uno hacía viendo, por ejemplo, los comienzos en 2ªB del Albacete de Benito Floro. ¡Qué buen equipo! Decíamos. ¡Qué bien puesto y que bien coordinado!, cursileábamos.
Anoche -yo quería que ganara el Bayern- me volvió a incomodar la adelantada defensa alemana pero a la vez daba gusto ver su confianza y aplicación en la presión. Creo, con perdón, que la colocación muniquesa daba ventaja a un PSG de velocistas: Neymar, Di María y Mbappé, pero no se supo o no se pudo poner balones espalderos para que corrieran las liebres parisinas.
El Bayern es mejor equipo que el PSG. Mucho mejor equipo. Es el mejor equipo de Europa y por eso merece la champions. La final nos deja un nombre: Coman. Criatura despreciada en su día por el club perdedor, a la búsqueda siempre de delanteros glamurosos.
Yo diría que también Neuer, aún el mejor portero del mundo, con permiso de Oblak... y Tiago, que anoche estuvo tan práctico como artista. ¿Ven? No podemos aparcar las individualidades, pero ninguna como la de Neymar, esclavo de un egocentrismo que le desequilibra un año sí y otro también.
Enhorabuena al Bayern y a mi chico, que anda en las sevillas lidiando pestes.