Ignacio Ruiz Quintano
Un «self-made man» -lo que aquí se conoce por un empresario emprendedor- es un hombre que se ha hecho -rico- a sí mismo, sin la ayuda de una herencia, de un talento o de una ideología. J. K. Galbraith cree que las ideologías sólo son un disfraz del egoísmo personal: por ejemplo, nadie dice que toma una posición política para defender su legítima fortuna, sino que habla de la necesidad de luchar por el libre mercado. Así que, cuando los ideólogos contemporáneos recurren al refinamiento teórico, lo hacen" únicamente para eludir el problema de los desafortunados. Uno de esos ideólogos sería sir Anthony Giddens, que ha aprovechado nuestros fantásticos veraneos universitarios en El Escorial para enseñarnos la teoría de su Tercera Vía, que incluye la definición, resumida por Felipe González, del nuevo izquierdista: «Un capitalista que arriesga.»
Allá la izquierda con sus teorías, porque nuestro capitalismo siempre tuvo fama de cobarde, y nuestros capitalistas, de cazurros, aunque cada vez menos. Un celebérrimo «self-ma-de man» español declaraba hace poco en un periódico: «La gente ya no vota ideologías, sino resultados.» Esta cultura de la cuenta de resultados, o «Bottom Line», no la había descubierto nuestro «self-made man» a través de sus lecturas de Giddens, un suponer, sino de sus viajes a París, donde un taxista portugués se entretuvo un día en contarle una historia que él escuchó como si sintiera la llamada del carpintero: «¿Sabe usted quién fue el primer empresario de la humanidad? Jesucristo, porque, en vez de repartir los panes y los peces, los multiplicó.»
Hombre, si Rafael Hythloday predicó el cristianismo a los utópicos y muchos se convirtieron cuando supieron que Jesucristo era opuesto a la propiedad privada, ¿cuántos pequeños ahorradores no se echarían hoy al mercado si supieran cómo Jesucristo manejaba la tabla de multiplicar? ¡La tabla de multiplicar! Para Dewey y sus seguidores, entre los que debe de encontrarse nuestro «self-made man», el modelo perfecto de la verdad: precisa y cierta, y libre de toda escoria temporal. Claro, que Jesucristo también dijo: «Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y da el dinero a los pobres.» Pero esta máxima sólo revelaría que en nuestra sociedad Jesucristo ha pasado de moda en la práctica, aunque no en la teoría, curiosamente al revés de lo que en nuestra economía ocurre con Keynes. Ante una situación tan incómoda, los devotos de la Tercera Vía aconsejan echar por la calle de enmedio, que podría ser ésta: «Dale al que te pide, y no vuelvas el rostro a quien te solicite algo en préstamo.» Aún tendemos a suponer que detrás de un «self-made man» hay una gran ideología, y que detrás de una gran ideología hay un gran pensamiento, pero los americanos han descubierto que la ideología hace que se retraiga el pensamiento -«ideology is a retreat from thought»-, y que con un pensamiento retraído no se puede ser «self-made man».
Nada de refinamientos teóricos que sólo importan a esa intelectualidad selecta de la cual, que se sepa, nunca ha salido ningún empresario emprendedor. «No tiréis vuestras perlas a los cochinos», se dice en estos casos, para defenderse, el «self-made man», que interpreta la cita evangélica como un aviso de que un «self-made man» no debe perder el tiempo. Esta interpretación no sale del «self-made man», sino de un libro, «Los métodos administrativos de Jesús», que una editorial de biblias de Nashville ha sacado al mercado americano para enseñar al «self-made man» cosas como la de que, cuando Jesús aconseja a sus discípulos no quedarse donde no sean bienvenidos, lo que en realidad aconseja es que un verdadero «self-made man» no debe dejar que el orgullo o la testarudez lo empujen a quedarse en un mercado al que no pertenece, consejo que, según dicen, le ha venido de perlas -«no tiréis vuestras per-las a los cochinos»- a la industria del tabaco.
Allá la izquierda con sus teorías, porque nuestro capitalismo siempre tuvo fama de cobarde, y nuestros capitalistas, de cazurros, aunque cada vez menos. Un celebérrimo «self-ma-de man» español declaraba hace poco en un periódico: «La gente ya no vota ideologías, sino resultados.» Esta cultura de la cuenta de resultados, o «Bottom Line», no la había descubierto nuestro «self-made man» a través de sus lecturas de Giddens, un suponer, sino de sus viajes a París, donde un taxista portugués se entretuvo un día en contarle una historia que él escuchó como si sintiera la llamada del carpintero: «¿Sabe usted quién fue el primer empresario de la humanidad? Jesucristo, porque, en vez de repartir los panes y los peces, los multiplicó.»
Hombre, si Rafael Hythloday predicó el cristianismo a los utópicos y muchos se convirtieron cuando supieron que Jesucristo era opuesto a la propiedad privada, ¿cuántos pequeños ahorradores no se echarían hoy al mercado si supieran cómo Jesucristo manejaba la tabla de multiplicar? ¡La tabla de multiplicar! Para Dewey y sus seguidores, entre los que debe de encontrarse nuestro «self-made man», el modelo perfecto de la verdad: precisa y cierta, y libre de toda escoria temporal. Claro, que Jesucristo también dijo: «Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y da el dinero a los pobres.» Pero esta máxima sólo revelaría que en nuestra sociedad Jesucristo ha pasado de moda en la práctica, aunque no en la teoría, curiosamente al revés de lo que en nuestra economía ocurre con Keynes. Ante una situación tan incómoda, los devotos de la Tercera Vía aconsejan echar por la calle de enmedio, que podría ser ésta: «Dale al que te pide, y no vuelvas el rostro a quien te solicite algo en préstamo.» Aún tendemos a suponer que detrás de un «self-made man» hay una gran ideología, y que detrás de una gran ideología hay un gran pensamiento, pero los americanos han descubierto que la ideología hace que se retraiga el pensamiento -«ideology is a retreat from thought»-, y que con un pensamiento retraído no se puede ser «self-made man».
Nada de refinamientos teóricos que sólo importan a esa intelectualidad selecta de la cual, que se sepa, nunca ha salido ningún empresario emprendedor. «No tiréis vuestras perlas a los cochinos», se dice en estos casos, para defenderse, el «self-made man», que interpreta la cita evangélica como un aviso de que un «self-made man» no debe perder el tiempo. Esta interpretación no sale del «self-made man», sino de un libro, «Los métodos administrativos de Jesús», que una editorial de biblias de Nashville ha sacado al mercado americano para enseñar al «self-made man» cosas como la de que, cuando Jesús aconseja a sus discípulos no quedarse donde no sean bienvenidos, lo que en realidad aconseja es que un verdadero «self-made man» no debe dejar que el orgullo o la testarudez lo empujen a quedarse en un mercado al que no pertenece, consejo que, según dicen, le ha venido de perlas -«no tiréis vuestras per-las a los cochinos»- a la industria del tabaco.
John Dewey
Uno de esos ideólogos sería sir Anthony Giddens,
que ha aprovechado nuestros fantásticos veraneos universitarios en El
Escorial para enseñarnos la teoría de su Tercera Vía, que incluye la
definición, resumida por Felipe González, del nuevo izquierdista: «Un capitalista que arriesga.»