Abc
La llegada de Neymar al Madrid zanjaría la discusión futbolística, pues redondearía la estrategia de Zidane, que no tiene ninguna: balones a Hazard y Neymar. El entrenador, encantado, pues se ahorraría el centro del campo que tampoco tiene. Y Ramos, lo mismo: él siempre se ha creído en posesión del maravilloso “passing shot” de Koeman (hizo grande a Stoichkov), y disfrutaría de lo lindo con el patadón a la olla de las Kardashian, como dice Hughes, un marmitón donde borbotearían dos peloteros de primera, uno, Hazard, y “fueraserie”, el otro, Neymar, que limitaría, de paso, los daños causados por el Error Joao Félix, cuyo precedente sería el Error Cruyff cometido por Bernabéu cuando en un hotel de La Coruña rompió el trato con el Ajax porque el agente del holandés pedía una propina y porque, admitiendo que era un genio el futbolista, resulta que al patriarca blanco (¡aquello era un heteropatriarcado!) no le gustaba “su jeta”.
¡La jeta de Cruyff! Y, sin embargo, le entusiasmó la de Stielike, con su bigote de cartero de Maguncia en bicicleta. Stielike trajo carácter al Madrid, donde no había otra cosa, pero Cruyff enseñó a ganar al Barcelona. ¡Que el pipero de hoy no tenga que escuchar con Joao Félix el silencio del 0-5 que el pipero de ayer hubo de escuchar con Cruyff en la noche del 14 de febrero del 74, cuando el fútbol pasaba por ser el opio del pueblo que repartía el franquismo, un partido por TV a la semana y en blanco y negro, frente a lo de ahora, que hasta un juez es obligado a ponerse a dirigir el tráfico de intereses entre la Liga de Tebas y la Federación de Rubiales, el Sindicalista, que va de Walesa del espectáculo con su cabeza caupolicana, su aquí mando yo y su usted no sabe con quién está hablando. El juez, que tendrá su rutina de vida de juez, nos quita de fútbol los lunes, que es día de recogida, pero nos lo permite los viernes, que es día de salida.
Lo que no sabemos es qué piensa el juez de lo de Neymar al Madrid, operación que tiene en contra al periodismo de Madrid y de Barcelona. Si Neymar viene a Madrid, a ver cómo el periodismo madrileño pone en “negro sobre blanco”, por decirlo en tertulianés, cuanto ha dicho de Neymar durante su etapa culé, y a ver cómo el periodismo barcelonés pone en “blanco sobre negro” cuanto ha dicho de Neymar… una vez vestido de blanco Neymar. El espectáculo Fake News sobre Neymar empequeñecería el desplegado sobre Trump, y estaríamos, en lo periodístico, ante la Liga más divertida del mundo. La sensatez en este asunto la puso en su día ni más ni menos que Dani Alves, que dijo:
–Somos profesionales, no aficionados. Nos enamoramos de los sitios en función de lo que vivimos en el sitio. Yo soy aficionado del Bahía y del Sao Paulo. Lo que he vivido en el Barcelona me hace amarlo, como amé al Sevilla, pero que no me cuenten películas, no somos aficionados.
Yo de Neymar, para ir por la Castellana, cambiaría mis camisetas con frases de Paulo Coelho por otras con estos pensamientos de Dani Alves, antes de que al fallar mi primer gol, Zidane, que no me quiere, y los piperos, que piensan lo mismo que Zidane, sólo que después, me hagan un Bale, contra quien los colosos del periodismo, vigilantes de la moral pública, siguen lanzando sus fatuas porque el galés sigue jugando al golf sin hablar el español de Seve Ballesteros. “Mobbing” a Bale y “mobbing” a James, quizás porque amenazan la posición de Lucas Vázquez, tótem zidaní de un equipo que sin Cristiano gasta en goles menos que los rusos en catecismos. Queda por ver, en cualquier caso, si Neymar es capaz de decir “no” al Madrid por tercera vez, cosa que no pudo hacer Mourinho:
–Tenía tomada la decisión. El contrato no estaba firmado, pero había tomado la decisión. Había decidido irme al Madrid. No había ido en dos ocasiones y era la tercera oportunidad. Decirle no al Madrid una vez es difícil, dos es muy difícil y tres es imposible –dice en un documental Mourinho para explicar por qué no viajó a Milán tras la final de Champions en el Bernabéu: “Si hubiera vuelto a Milán, creo que no me habría ido al Madrid”.
A Neymar no se le va a adorar en Madrid, pero que repare en las palabras de Alves y en la situación de Bale, que se va a ir del Madrid sin amor, pero con un saco de Copas, más dinero de bolsillo y un swing de golf muy superior al que trajo. Es verdad que está lo futbolístico: con Neymar, Hazard, Vinicius, Marcelo y el “gorrón” de Benzemá, el sector izquierdo del Real va a parecer el bar del Palace en plena Gran Guerra europea, pero ahí es donde entra Zidane con su licor de egos. O Pogba, claro. Pogba entra al bar del Palace y toda la peña (menos Benzemá, “of course”) se levanta a cantar la Marsellesa, como en el bar de Rick en Casablanca.
Que Messi le haga la cobra a Griezmann constituye un acontecimiento planetario. Hombre, Messi no es un argentino con la educación de Adolfo Bioy Casares, a pesar de lo que nos venda la propaganda para elevarlo sobre Cristiano. Messi es parco en palabras (yo hablo en el campo, mis palabras son mis goles, etcétera), cosa, por cierto, que también es Mariano, Mariano Díaz Mejía, el del Madrid, a quien le han quitado el dorsal (el “7”, nada menos) para dárselo a Hazard y todavía no ha abierto la boca. Griezmann ha costado un Perú, o medio Perú, teniendo en cuenta la chequera culé), y que no le hable el tótem del equipo sólo tiene una explicación: Messi no es (y su carrera indica que nunca lo será) campeón del mundo.