jueves, 22 de agosto de 2019

Groenlandia

Groenlandia


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Desde el “hit” de la Movida con Tesa Arranz y los Zombies (“Atravesaré el mundo / y volando llegaré / hasta el espacio exterior / Y yo te buscaré / en Groenlandia…”), no habíamos vuelto a pensar en Groenlandia hasta que Trump se fijó en esa isla para comprarla, aunque los daneses le han hecho como el PSG a Flóper con Mbappé.

    –Dinamarca es un país increíble, pero por los comentarios del primer ministro Mette Frederiksen, que no tendría interés en discutir la compra de Groenlandia, pospondré nuestra reunión programada en dos semanas para otro momento –ha tuiteado el americano, que va al grano.

    En contestación a la Groenlandia de los Zombies (y de la Venecia de los hombres G) grabaría Gabinete Caligari su “Camino Soria”, que a los tontos de hoy les sonaría a Salvini.

    La movida, en fin, está en el mar. Trump quiere Groenlandia, que es una isla de hielo, aunque los zelotes del cambio climático no saben por qué la llamaron “tierra verde”. ¿Sería verde el hielo, como en esos garitos donde te sirven garrafón?

    El beaterío progre ha echado al mar a su Greta, que navega, cantando “Por la bahía”, rumbo al patio de Monipodio de la Onu, culminación de la campaña multinacional 2019-20. ¿Y si Trump hubiera pensado comprar Groenlandia para Greta, Safo con coletas que podría establecer en Thule su “Casa de las servidoras de las Musas”?

    Al mar mira el Brexit, que es la decisión inglesa de pasar, otra vez, de una existencia terrestre a una existencia marítima, “convirtiéndose en pez”, como tan bellamente se describe en el nomos schmittiano.

    –Britannia rule the waves.

    Y en el mar se juega su campaña electoral Pedro Sánchez, un tipo incapaz de encontrar una oración en la Biblia, pero que ha puesto la Armada de don Casto Secundino María (honra sin barcos, barcos sin honra, menudo lío) al servicio de las mafias piráticas del Mediterráneo, amparado en el manual de “Derecho Internacional Humanitario” de la jurista sin terminar Elena Valenciano.

    ¿Pero es que no hay un solo tertuliano que haya leído a Melville?