Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El periódico predilecto de Rajoy (el único que dice leer) ha llamado la atención del público con un titular que informa de la petición de un entrenador de fútbol de segunda a su afición: Fulano, se nos dice, quiere que su estadio sea “una hoya a presión”.
Uno lee “hoya” y piensa en los agujeros del “green”, suave como una nuca femenina, que diría Foxá, que escribió artículos redondos sobre toros y golf al hilo del saludo que bajo el sol de Lima se hacían el “caddy” de los ingleses y el mozo de espadas de Pepe Luis Vázquez.
Toros, ay, de Hoyo de la Gitana, con armario de Pérez Tabernero y esa sangre de Santa Coloma de la que huyen los toreros que pinta Barceló.
Pero la “hoya” del “Marca” es, en realidad, la forma socialdemócrata de “olla” (“tu amor creció como una olla”, cantaría la Jurado), esta olla a presión que es España para que Snchz haga presidente a Mariano en un juego que todo el mundo sabe que es un juego.
–En un lenguaje de frases hechas como el que venimos usando desde 1931 los españoles –advirtió Camba haciendo de República–, las faltas de ortografía son el matiz, la confesión involuntaria, el dato psicológico.
Con la “hoya” vuelve a la olla la “h”, letra de lujo, el único lujo permitido en nuestra ortografía proletaria, la de García Ferreras, que tiene desterradas, por ejemplo, las mayúsculas, símbolo de jerarquía, razón por la cual los escritores más audaces escriben “dios” con minúscula, que es su modo de darse pote sin que parezca que se aúpan.
Dos pintadas, “Revelate” y “Hitler, Estanli, Musolini, Franco, Mariano: elige”, fueron, hace poco más de cuatro años, la aportación universitaria de la Generación Mejor Preparada de la Historia a la causa complutense de la Revolución Pendiente, que es la que tenemos delante. ¿Cómo no van a correr los escritores para colocarse en las listas de todos los partidos con que garantizarse una nómina (¡y una prosa, claro!) de Estado?
El muerto a la hoya y el vivo a la olla.