miércoles, 10 de agosto de 2016

Los Uchimura




Hughes
Abc

Rivera repite más veces “España” que el PP y más “reformas” y “corrupción” que los de Podemos. Insiste tanto por los lados que no deja tiempos muertos, remansos de paz en el discurso. España, España, España, y luego Tiempo Nuevo, Tiempo Nuevo, Tiempo Nuevo. Es agotador.

Rivera habla así mucho de España y muchísimo de los españoles, que no es exactamente lo mismo.

Su pretendida situación como de bisagra de una puerta definitivamente desencajada le lleva a constantes inconsistencias. Hoy exige ausencia de imputados, comisiones de investigación y aforamientos para negociar con un partido que está en una causa por corrupción, cuando además en Andalucía tiene lo del PSOE de los ERE. Este volatín, este regeneracionismo de lo que no se deja, este mar que rompe en Rajoy, esta pirueta de gimnasta olímpico japonés (¡Rivera da más tirabuzones que Uchimura!) no es algo exclusivo, pero en Rivera, por sus aspiraciones bifrontes, se nota más.

La mentira fue generalizada en los gobiernos de décadas anteriores, y Zapatero normalizó el anacoluto, el pleonasmo y la inconsistencia ilógica. Inauguró el disloque. Ahora es constante en el discurso de los políticos (¡qué personajes fascinantes!). No es que no soporten el tiempo o la hemeroteca, es que no se sostienen enteros de principio a fin.

(A vueltas con los tirabuzones: exigir fecha y hora, la condición formal de candidato, es sonoro, pero no es nada, es una obligación legal inevitable que no impone Rivera. Es la teatralización absoluta, tanto que lo de Rivera de hoy se interpreta o como pantomima previa al sí, o como inicio de las Terceras. Es decir, en ningún caso como algo verdadero. Vivimos en el arabesco y en la dilación).

Hay otro asunto estos meses que es fabuloso. La descomposición del acuerdo, o de los procedimientos. El aprovechamiento (conducente al absurdo) de los espacios legales. Por ejemplo: hay un procedimiento reglado para, tras la votación, ir al Congreso y someterse a la votación de investidura. Pues ahora tenemos seis condiciones para sentarse a negociar el acuerdo antes de ir a la votación de investidura. Tanto las condiciones, como la negociación son humo, informalidad. Hay programa político, votado, y hay proceso reglado de investidura. ¿Qué son estas arborescencias pactistas? Es la burocratización del consenso. Una arquitectura de arena. Se coge el artículo 99 y el PP lo divide en dos momentos por arte de birlibirloque: Acuerdo e Investidura. ¿Y qué hace Ciudadanos? Ese nuevo momento del Acuerdo lo subdivide a su vez en comparecencia-propuesta-condiciones-asunción de las mismas-negociación. El consenso se hace fractal, complicado, ilimitado, del consenso nacen consensillos, mesas para negociar la negociación, como si todos se hicieran expertos en el “manejo de tiempos”, en burocracia daliniana de relojes largos… Es como lo de la parte contratante de los hermanos Marx, pero en parte “pactante”. ¡Es como el marxismo Groucho del consenso! ¡Los Uchimuras en el potro constitucional!

Zapatero rompió la lógica, Rajoy ha roto los tiempos. ¡El relativismo y ahora la relatividad!