Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En la grande polvareda de la investidura, los tertulianos quieren pastorear a Snchz hasta un salsipuedes, como los “border collie” a las ocas. Si se abstiene, Pablemos se le merendará la cena, y si no se abstiene, le dirán que no es “hombre de Estado”, es decir, un paria a la mesa del Estado de Partidos donde se realiza lo que nuestros hijos iberoamericanos llaman la “repartija”.
Mas, como dijo de Guzmán el Bueno el guardia civil que jugaba al tresillo con Camba en Villanueva de Arosa, ¿qué va a hacer Snchz, si el reglamento no deja que haga otra cosa?
Cuando los tertulianos exigen de Snchz la abstención de ochenta y tantos diputados ignoran que Snchz está entre la espada (que es el látigo de siete colas) de Pablemos y la pared de la Constitución, cuyo artículo 67 establece que los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo. ¿Otra rueda de hámster más, como el 155 y tal y tal y tal?
–La soberanía reside en el pueblo –aclara el demócrata de bar, con la Constitución entre el “As” y el “Marca”, y que no sabe que eso acabó de liarlo Rousseau con que, si la soberanía pertenece al pueblo, donde está el pueblo no puede haber representantes.
El mandato imperativo, o poder que el poderdante da al apoderado, se lo cargó, con la amenaza de no pagar impuestos, el abate Sieyes porque le venía bien para sus maquinaciones constitucionalistas en la Revolución francesa, al cabo de la cual, por cierto, cuando le preguntaron qué había estado haciendo, pudo contestar: “He vivido”.
Hay que decir que, al estallar la Revolución (movimiento esencialmente anticristiano), el clero católico de Francia era el más avanzado de su tiempo (“comencé el estudio lleno de prejuicios contra él, lo he terminado lleno de respeto”, anota Tocqueville), y, desde luego, más ilustrado que ese clero laico de la España actual (profesores, politólogos, tertulianos) que exige de Snchz el restablecimiento anticonstitucional del mandato imperativo.