Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Rajoy marcha de puente y la incertidumbre impacienta al votante español, y eso que es “demócrata de toda la vida”.
El votante acostumbra estrenar traje para ir a la urna y, según va la cosa, puede llevar tres al cabo del año, lo que supone muchas cuaresmillas ahorrando. De hecho, empieza a cundir la superstición: un amigo mío que vota dice en la playa que no le extrañaría que, al final, el designado por la Providencia (la única que de veras elige en España) para asumir el liderazgo político y espiritual en La Moncloa, nuestro palacio de Potala, fuera el niño de la Bescansa, o sea, que he vuelto a ver el “Kundun” de Scorsese, mientras Rivera va por los chiringuitos vendiendo alfombras que son brindis al sol, y a un sol petado de turistas.
La alfombra de los aforados no vuela ni en “Las Mil y Una Noches”, y la alfombra de las listas abiertas es un felpudo de esparto. Cerradas o abiertas, las listas no representan a personas, sino a partidos, y además, estatales. Rivera, que apunta a Alemania en lo territorial (¡le gustan los “länder”!), en lo electoral apunta a Italia (sale solo: Alemania, Italia, Democracia), donde los lodos de la Tangentópolis trajeron los polvos de las listas abiertas, una ladradera inútil que hubo que volver a cerrar.
Como ninguno de los socios desea cambiar el grotesco sistema proporcional por el lógico sistema mayoritario de distrito uninominal, tendremos listas abiertas a la italiana, y luego, como Renzi, la ley Acerbo de Mussolini (“a Mussolini le seguían todos los payeses”, dejó dicho Pla), que establecía una recompensa (¡la mayoría absoluta!) para el ganador: asignación fija de dos tercios de los escaños para el partido que obtuviese más del veinticinco por ciento de los votos. Que éste es el sentido de la representación democrática que se traen entre manos los famosos líderes de nuestro Estado de Partidos.
La verdad es que no hemos de descartar la opción Kundun (¡y seguiría siendo gallega!).