Dios te salve, Reina, Madre y
Capitana. Eres tú nuestra vida, eres nuestra Esperanza, y a tus
plantas, Señora, se arrodilla Triana. Nuestro puerto perdimos, nuestra
nave naufraga sin rumbo en las tinieblas de este valle de lágrimas, en
el que suplicantes nuestras voces te llaman. ¡Oh¡, Misericordiosa,
vuélvenos tu mirada y lleva nuestro barco con brisa de bonanza a Jesús,
navegante de tu divina entraña. Capitana clemente, dulcísima
Esperanza, siempre Virgen María, luz que guía Triana. Por ella y por
tus hijos, Madre de Dios y Santa, ruega para que un día podamos echar
anclas en el puerto que Dios nos promete como segura Patria. Amén, Amén.