martes, 21 de octubre de 2014

Gañafones



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El puertas del “comunismo amable” impidió a ABC el paso a la “rave” carabanchelera de Pablo Iglesias, que hizo de balde en Vista Alegre un tercio de aforo que “The Maestros” pagando.
El gañafón de los Pablemos a la prensa es muy propio del encaste ideológico de este personal, tan ajeno al mundo del trabajo que todas sus posibilidades de éxito pasan por el hecho de que los trabajadores en España son hoy una minoría democráticamente insignificante.

Pablemos se presenta como un grupo de doctores en Ciencias Políticas (¿quéee?) salidos de la Complutense (¡aaah, bueno!) que tienen un plan de asalto al Estado (el cielo de toda la vida, para los españoles) con dos puntos fuertes: hacer “simpas” con la deuda, como el pequeño Nicolás, y, en el colmo de la posmodernidad, atender culturalmente al movimiento “okupa”, cosa que ya hacía la Casa Encendida de la Caja de Carmen Cafranga y Pablo Abejas.
Ahora, en corro de sardaneta, vamos todos (¡los hombres también!) a cantar “L’Estaca”: “Si no podem desfer-nos-en / mai no podrem caminar!...”
Y al que se ría, estacazo. O cerillazo, si cambiamos “L’Estaca” de Llach por “La hoguera” de Krahe, que tampoco sería mal himno.
La lección de todo esto, y así lo aprendió uno ya en Fernández Flórez, es que, históricamente (a salvo, quizás, los tres o cuatro años de “vacío administrativo” del suarismo), la libertad de pensamiento y la libertad de expresión nunca caminaron juntas.

Una u otra.

Puede haber libertad de expresión si piensas como Cintora (Berlusconi dice que Ancelotti escoge a sus futbolistas, pero ¿quién escoge a sus tertulianos?), es decir, si piensas lo mismo que Monedero (el de “la democracia que yo tengo en la cabeza”), sólo que después.

Pero la libertad de pensamiento siempre es la leña de la hoguera del inquisidor, aunque, comparada con la actual inquisición progresista, la antigua inquisición reaccionaria, la de Torquemada, era plácida como una tarde de agosto fumando yerba en Woodstock.