jueves, 23 de octubre de 2014

Felicidad



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La gran promesa del “comunismo amable” en su puesta de largo en Vistalegre fue hacernos felices.

El hombre no aspira a la felicidad. Sólo los ingleses lo hacen –escribió Nietzsche, para tocar las pelotas a los liberales.

Pero del misterio de la felicidad quien tiene escritas las cosas más inquietantes es Ruano, que aborrecía la costumbre europea de confundir felicidad con tranquilidad y descanso, pues la felicidad no es una vaca, y descansar, sólo descansan los muertos, y, en el fondo, no les gusta.

La felicidad es un concepto que sólo tiene alma cuando nos falta cuerpo.
Mas no van por ahí los tiros del “comunismo amable”, para el cual hacernos felices es hacernos dóciles. Lo describe Marc Fumaroli en su ensayo sobre una religión moderna (del partido cultural al ministerio de cultura): “El Estado cultural”, un invento de Bismarck.

El Bismarck ruso es Lenin, quien tras su golpe de Estado monta una Kulturkampf, el Comisariado de la Cultura, con Lunacharski al cuidado de la gran familia leninista en direcciones generales: la señora (Krupskaia) y la hermana (Bouch-Bruevich) de Lenin, la señora (Trotskaia) de Trotski
La propensión de las burocracias “culturales” a sustantivar las siglas viene de aquí: Lito (Libros), para la depuración de las bibliotecas (eso que ya hacen aquí algunos perrillos cusquejos contra Ruano); Muzo (música); Iso (Artes Plásticas); Teo (Teatro)…
Lunacharski (¿Monedero?), que se firmaba escritor y dramaturgo como otros se firman “escritor y periodista” (ya veía Ruano que eso era como firmarse “médico y practicante”), escribió:

La conquista del poder no tendría sentido si no hiciéramos felices a los hombres.
Así que promovió como payaso el juicio contra Dios, al que fusiló el 17 de enero de 1918 disparando al cielo, mientras Lenin gritaba en San Petesburgo una cosa que sólo intrigó a Sofía Casanova, enviada especial de ABC a la Revolución:

¡Afirmados en Rusia, nos apoderaremos de España!