Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Con la noticia gozosa de la ampliación de contrato a Mourinho, el día trajo al Real Madrid la noticia luctuosa de la muerte, la muerte como un sueño al sol de mayo, de Pitina, esposa de Florentino Pérez, que se lleva al morir una lágrima expresiva del madridismo y deja en la afición una memoria como de barco de Aladino, el “Pitina”, en cuya cubierta el presidente renovaba cada verano el milagro de una contratación estelar.
¿Cómo olvidar la alegría de aquel verano de Ronaldo y su risa de sandía de Zurbarán?
La leyenda del “Pitina” en la imaginación de la meseta te hacía ver el barco de Florentino rodeado de intermediarios al modo en que los nativos del Pacífico abordaban el “Endeavour” del capitán Cook, y el periodismo deportivo hablaba del “Pitina” atracando en Mallorca con su preciosa carga de Balones de Oro como los cronistas de Indias podían hacerlo de los galeones de América atracando en Sevilla.
Aquello fue el florentinato, o primera etapa de Florentino, y ahora estamos en el florentinismo, o “religión” verdadera, pues es la vuelta a la libreta de hule, pero sin puro, de don Santiago Bernabéu, con Mourinho luciendo el músculo deportivo del club a costa de un periodismo deportivo condenado a inventar historias de mera parodia de la “Luna nueva” de Howard Hawks.
A Pitina, que se ha ido sin hacer ruido, se la veía feliz en el fútbol, con esa felicidad de las madres que en el fútbol sólo piden que sus futbolistas no encaren a los defensas duros, y en los toros, que sus toreros vayan bien vestidos.
Al madridismo, en la soledad de su presidente, nuestra condolencia.