lunes, 28 de mayo de 2012

El Libro Rojo de Mao

El Athletic

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Así que todo el agit-prop de estos dos años contra Mourinho era para hacerle un hueco a Bielsa, el maestro al que zurran de lo lindo sus discípulos: Simeone en Bucarest y Guardiola en Madrid.
    
¿Y quién es Bielsa?

 Para quienes nos asomamos a un campo de fútbol, un tipo en esquijama (que no sé yo si tendrá que ver con la prenda peronista del obrero) jugando al tiqui-taca (¡la dialéctica!) con el equipo bien mozo que hizo Caparrós. En esquijama… y en cuclillas, como los tipos con algún tiempo de talego.

    –El míster maldito –me dice un primo de Bilbao, mostrándome un recorte de periódico global en español envuelto en celofán para protegerlo en San Mamés de la lluvia racheada entrando por Ingenieros.
    
Pasado por el psicoanálisis del sociólogo Horacio González, argentino, “en Bielsa hay algo de jurista de una sociedad primitiva”:

    –El suyo es un intento de juricidad que no está presente en el fútbol argentino desde que Zubeldía escribió su “Táctica y estrategia del fútbol”, que en los setenta los estudiantes leíamos como quien lee el Libro Rojo de Mao.
    
Este Horacio, más que al de las “Sátiras”, empieza a parecerse al coronel cazador que cortejaba en “La fiera de mi niña” a la tía de Katharine Hepburn. Pero gracias a su revelación entendemos lo del “Gran Salto hacia adelante” que el periodismo de progreso atribuye al Bilbao de Bielsa.

    En 1970, Revel analizó el Libro Rojo para mostrar la indigencia intelectual (“diría incluso el burlesco cretinismo de los apotegmas del déspota pequinés”), y un año después otro valiente gritó lo del rey va desnudo: Simon Leys con “Los trajes nuevos del presidente Mao”.
    
Nuestro Horacio, mientras tanto, bebiendo de Mao como si fuera leche de tigre, de modo que el bielsismo, pasado por el maoísmo de Horacio, consiste en esto (textual):

    –Es rupturista con respecto al lenguaje del fútbol que se ha empleado hasta ahora. Jorge Valdano o Víctor Hugo Morales retraducen el realismo mágico para el uso de su relato. Bielsa manifiesta una profunda capacidad de trenzar relaciones de fuerza, un conjunto de tensiones que no tienen una conclusión clara. Esto supone un dislocamiento respecto a la mayoría de los técnicos, que se inspiran en las fuentes de la psicología social estadounidense, más utilitaria, con estímulos morales y materiales muy obvios. En Bielsa hay algo que no cierra. Habla como si se hubiera formado en el posestructuralismo francés. Vemos ese lugar vacío de la filosofía contemporánea, una presencia angustiosa y permanentemente disconforme. Un vacío existencial que él cubre con una estricta estructura moral y que le lleva a chocar con las preguntas de los periodistas, que normalmente buscan obtener pequeñas partículas llamativas, o ridículas, de las personas. Ante esto, él muestra un fastidio que se traduce en un sentimiento de superioridad ética.
    
Posestructuralismo francés.

Y mi primo pensando que el Athletic era el bocadillo de “ama” o la bufanda tejida por “amama”.

El bielsismo

FLORO
    Aquí, el antecedente del bielsismo fue el florismo, vendido a Mendoza por el periodismo de progreso, del que era accionista. Floro, artífice de “El Queso Mecánico” en Albacete, entrenador del Madrid. Excitaba la psique de los futbolistas con limones salvajes del Caribe, y el intelecto, con geometrías del saque de banda. A Butragueño se le puso cara como de mono Amelio y dejó de hacer goles. Entonces apareció Valdano, que torraba con su parla al vestuario, y hubo que contratar al Brujo de Arteijo para exorcizarlo.

Bielsismo avant la lettre