jueves, 20 de mayo de 2021

Memoria (Una pintada de Eta esta mañana)


Asier Ormázabal

Recibió en Hernani su "merecido" Ongi etorri

 


   Miguel Ángel Ayllón

Flores hoy 20/V/21

 

 



      Borratajo de ésta mañana frente a la cuesta de San Cayetano


 

 Francisco Javier Gómez Izquierdo


Mi chico tenía dos años y un mes y aquel día librábamos. La vieja cárcel de Fátima nos quedaba a menos de cinco minutos andando. Los días que entrábamos de mañana, de casa salíamos -mi doña y un servidor, funcionarios de prisiones- entres las siete y veinticinco y las ocho menos veinticinco. El relevo se hacía a menos cuarto y el recuento a las ocho en punto.
      

Había llegado ya "la caló" y estábamos disfrutando de esa brisa madrugadora que entra por las ventanas abiertas y que sabe a gloria a los cordobeses que apuran minutos de bienestar absoluto en la cama. Era mayo, no trabajábamos y... en Córdoba.
       

Difícil mejorar la perspectiva de aquel 20 de mayo de 1996. Todo pintaba perfecto, pero a Ortega Lara, compañero en el bachiller del Diego Porcelos y en los menesteres talegueros lo tenía secuestrado la Eta; a otro compañero de la prisión de Sevilla junto a dos internos ordenanzas los había asesinado hacía poco la banda terrorista y las recomendaciones policiales y del ministerio insistían en el cuidado que debíamos tener con todo. A las siete y media de tal día como hoy hace 25 años un estruendo mayúsculo y terrorífico por lo cercano me hizo saltar de la cama e ir a coger al hijo mientras empezaba a relacionar algo parecido que había vivido, sin familia y sin novia aún, de camino a un restaurante cerca del estadio del Sadar en Pamplona, al que media docena de "boquis" nos dirigíamos a comer.
     

Bajé a la calle y todo era dantesco. En la esquina del bloque de Carlos III de sólo dos portales, un agente mantenía a raya a la media docena de vecinos para que no nos acercáramos al cadáver que resultó ser del sargento Miguel Ángel Ayllón. Me identifiqué y le dije que debían acordonar la zona en un radio de 500 metros. "No se preocupe, la policía sabe lo que tiene que hacer". Desde el balcón mi doña me hizo señales de que llamaban por teléfono. Entendí que debía tranquilizar a la familia y amigos de Burgos que escuchaban la radio y ¡cómo no! a los compañeros de la prisión a los que les vino rápidamente nuestra imagen, sabedores que vivíamos "allí".
     

El objetivo era sencillo. En un carril de desaceleración, oficiales, suboficiales y personal laboral de Cerro Muriano esperaban un autobús militar cada mañana. Nos saludábamos y en muchas ocasiones apunté que me parecía muy peligrosa la tranquilidad y el poco cuidado con el que viajaban cada mañana. "En Rentería o Hernani ya estarían matarile" solía decir. Poco a poco, a Carlos III fue llegando gente de Fátima y a las dos horas medio Córdoba ocupaba la zona desde el Hospital Militar, Chinales y Carlos III hasta el cruce de Cañero. "Esta gente no delimita el terreno" decía a compañeros que desde la cárcel se acercaron a casa. Tomé la determinación de marchar de allí y así lo hicimos. Una compañera que también llegó por ver cómo estábamos dijo que nos acompañaba y nos fuimos al Parque Figueroa, el barrio mas alejado de Fátima. Regresamos sobre las siete de la tarde. La calle Carlos III era una feria. Había una manifestación espontánea donde encontré muchos ex-presos. Cuando mi doña y mi compañera empezaron a reprocharme mi exceso de alarmismo la policía echó, nerviosa, a todo el mundo de la zona porque habían encontrado dos coches cargados de explosivos -500 kilos de amosal- a cien metros de la carga que explotó por la mañana dentro de un contenedor de basuras y que la Eta coloca para entretener mientras huye. Se supo que uno de los coches bomba aparcado en la cuesta hacia la cárcel se intentó abrir con un cuchillo de cocina del Bar Burgos, que los mandos policiales e incluso el ministro Mayor Oreja estuvieron apoyados no recuerdo si en ese mismo o en el segundo vehículo, que aquél lo movieron veinte metros hasta dejarlo en Carlos III sabiendo que la matrícula era falsa y.. en fin, que tuvieron que venir artificieros de Madrid para volar aquel cargamento de muerte.
      

Fueron días en los que viví muy agitado. Tuve palabras y discusiones con etarras veteranos de las que no puedo hablar y a los quince días acudimos a una charla policial en la que levanté la mano y pregunté por qué no se siguió el protocolo de seguridad que, si yo había aprendido en Pamplona, debían conocer en todas las comisarías. "Es más, se lo recordé a varios agentes antes de las ocho" me atreví a manifestar. "Se hicieron muchas cosas mal" confesó el Inspector; "...hemos aprendido para que no vuelva a ocurrir. Dejémoslo ahí".


      Esta mañana en mi paseo y muy cerca de donde la Eta tuvo en vilo a la ciudad, veo en una pared por donde van los tiros de la "Memoria" que se quiere hacer obligatoria: "La Eta son los padres", leo, y se me ha llenado de gatos la barriga.  En esa memoria no se puede decir que es vergonzoso que el etarra Asier Ormázabal que además de asesinar al sargento M. Ángel Ayllón a la puerta de mi casa también asesinó a un policía en Bilbao e intentó acabar con un colega de la prisión de Granada, esté en libertad desde el año pasado. Lo vergonzoso, "negacionista" y creo que delictivo es decir que Gil Robles no era fascista en 1933.