Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El populismo, tan tergiversado por los medios, el único populismo, es la democracia. Del “Tout pour le peuple et par le peuple” jacobino al “Government of the people, by the people, and for the people” de Lincoln en Gettysburg. Y los pueblos, gracias a Dios, no son reflexivos; los pueblos son sentimentales. En esa sentimentalidad está la explicación del ayusismo.
–Pero usted, Raquel, es cristiana. Vaya usted a ver la Santa Teresa del Bernini, las Dolorosas de Guido Reni, las Madonas de Sassoferrato. Mire usted ese patético dulce, teatral, un poco falso, oportunamente nacido para conquistar los transportes de la incipiente sensibilidad burguesa. Insista usted en ese patético dulce de sollozos contenidos. Estúdielo. Es el de usted.
Eso le dice Rafael Sánchez Mazas (padre de los Sánchez Ferlosio), corresponsal de ABC en Roma, a Raquel Meller, artistona educada en un convento de Perpignan por una tía suya superiora.
–Yo –anota Umbral– aprendí a hacer artículos en usted, don José María (Pemán), si es que he aprendido, y en otros escritores del ABC, desde los monárquicos a los falangistas, que todos escribían muy bien: Foxá, Sánchez Mazas, Montes, Mourlane, D’Ors, Ruano y todo eso.
Está mejor contenida Ayuso (lo que supone como fenómeno, que es lo que importa) en ese “patético dulce, teatral” de Sánchez Mazas que en todas las garatusas liberalias con que el “mainstream” que no la vio venir trata ahora de camelar a la mujer del momento en Madrid.
Si uno fuera Zubiri (“Zubiri es un español que nunca ha pedido nada”) podría decir que el ayusismo es la “textura del acontecer” en esta época, que es “un tiempo de desfundamentación”.
En el Madrid ochentero vivimos el fenómeno popular de Joselito Arroyo, con su “patético dulce, teatral” estilo de torear que desmayaba a las mujeres.
–Hasta en esto –observó el indio Guillén que nos frecuentó hace un siglo– se revela la sicología de un pueblo. En Francia las niñas se llaman Fifí o Mimí. Aquí son Angustias o Dolores.
Pues eso.
[Viernes, 7 de Mayo]
Joselito Arroyo en una versión para Blanco y Negro
de Alberto García-Alix