miércoles, 19 de octubre de 2016

Se explica el cronista


Hughes
Abc

Un fragmento de mi crónica del Madrid-Legia ha molestado en Podemos. El párrafo es éste:

El Madrid tenía la consistencia de un argumento de Rita Maestre. Era hermoso, afilado, zurdo, pero liviano y banal.

Se ha quejado públicamente alguna mujer definida a sí misma como “partisana”, Rita Maestre, el ínclito Monedero, Espinar (que siempre me recuerda a aquella canción de Soundgarden, pero alterada: “Black Hole Son”) y no sé si alguien más.

Agradezco aquí a los amigos y lectores que han hecho un comentario de defensa. Pero incluso en muchos de ellos percibí un equívoco. Los cinco adjetivos (excesivos, lo sé) no son para Rita, sino para el Madrid. Me sorprende la confusión porque, precisamente, están en masculino (¿estamos ya en la dislexia de género?)

Estrictamente, yo comparé los argumentos de Rita Maestre con el juego del Madrid, con su centro del campo, que es de lo que se venía hablando. Es el centro del campo del campeón de Europa, con lo que tampoco está tan mal. A lo mejor se tenían que haber enfadado los madridistas. Rita Maestre habla con optimismo de “prejuicios cavernícolas”. Tristemente, son juicios formados y contrastados.
¿Por qué Rita y no Echenique? La crónica deportiva se hace en tiempo real. Se escribe entre la urgencia y el lugar común, que es siempre radiofónico. Por eso la crónica tiene tan difícil su lugar: dispone de un tiempo por y para la tele y la radio, y ha de recuperar su autonomía como género. No se puede escribir como hablaba Gaspar Rossety. Yo, personalmente, me dejo la salud en ello. Con resultados humildes, es verdad.


El centro del campo del Madrid, larguísimo, fino, más largo que ancho, me traía a la cabeza la palabra “oblongo”, que se suele tener por lo contrario. En el vértigo de la segunda parte pensé que para evitar esa confusión lo mejor era descartar la palabra.

Pero se me quedó el “oblongo” en la mente y algo parecido a una figura de Modigliani en la finura de las zurdas de James y Asensio jugando en largo como un cuerpo extenso y fino, lo que me hizo recordar las manos de Rita Maestre exponiendo sus argumentos desfallecientes. Argumentos que quisiéramos (ay) que fueran los nuestros, pero que están heridos de muerte por la inconsistencia podemita. No es descartable que Rita, junto a Errejón, que es como un falangista de New Balance, formaran un partido de derechas, pero por el momento es lo que hay.

Y así escribí lo que escribí:

“El Madrid tenía la consistencia de un argumento de Rita Maestre (Escasa. Y aquí, escribiendo del Madrid, con el recuerdo de Rita proyectándose y alejándose a la vez, una Rita enorme, hecha toda extensión en el campo, con James y Asensio como dedos llenos de delicadas falanges, los adjetivos fueron volviendo al Madrid, quizás aún con un vago recuerdo de ella). Era hermoso, afilado, zurdo, pero liviano y banal”.


No entender esto no es ser una pseudofeminista estalinista de ratón y comando tuitero, que también, sino carecer de la más mínima comprensión lectora. Creo que es un problema actualmente. Es muy difícil comprender y aún más ser comprendido.

Por otro lado, el feminismo, o mejor, su vulgarización, pues el feminismo es algo digno de estudio y consideración, se ha transformado en España en una policía moral aberrante que puede arruinar la reputación de cualquiera si en sus frases hay algún referente femenino susceptible de ser herido. Si el referente femenino es del otro lado dará igual porque funciona como un chantaje y como un lenguaje de poder. De Rita Barberá puede decirse todo; de Rita Maestre, casi nada. Hay que entender el enfermizo humor negro de un concejal, pero no la adjetivación de un pobre cronista.
Ejemplos hay para aburrir.

El caso de Rita Maestre es espectacular. Irrumpió en una iglesia con el célebre “Menos rosarios y más bolas chinas”, que es un grito cuya pertinencia y libertad se quiso justificar luego ante el juez.
¿Podría yo hablar de esas bolas chinas, por ejemplo, retomar ese delicado tópico? Seguro que no. ¿Podría yo, habiéndolo usado ella, traerlo a colación, preguntar hasta cuándo va a estar Rita Maestre sacándose de su mismísimo centro esas bolitas, una tras otra, como pañuelos se saca el mago de la chistera?

Claro, esto se consideraría machista, pero… ¿y cómo la consideramos entonces a ella?

O sea, y perdónenme, ¿ella puede poner su potorro en el altar y yo no puedo decir que su argumentación es inconsistente y el Madrid liviano y fino sin ser insultado por representantes públicos?

Muchas mujeres acuden a estas polémicas a juzgar, a levantar o bajar el pulgar. ¿Qué las faculta para juzgar? ¿Ser mujer? El reo espera a que se sientan o no ofendidas, en virtud de una personal sensibilidad (debidamente halagada) que bien pudiera estar perturbada. Lo de los socialdemócratas consortes varones es aún peor (reciente está la polémica de Trump). Su hipocresía y abyección viril es tan grande que acuden los primeros con el hierro candente del inquisidor.

Pero nótese que no hablamos de categorías penales, sino de una pura corrección política que decretan unos cuantos con métodos tecno-demo-igualitarios, es decir, con linchamientos.com. Esto no se queda en el mundo podemita, se extiende y avanza imparable y por ello ha generado una prosilla periodística de gineceo que busca congraciarse con la mujer lectora mayoritaria viendo ultrajes a lo femenino en todo.

Esto viene a ser otra fenomenal máquina de producción de ostracismos.

Podría extenderme en la naturaleza política de estos individuos, en su pasado y en sus usos organizativos, no precisamente respetuosos con el tan predicado feminismo, aunque sí diré que, puestos a jugar a esto, Podemos me parece un partido más bien machista, con líderes (alfa y alfa prima) alrededor de los que gravitan, con impropia cercanía, coros femeninos bien subordinados.

En Podemos tienen además la costumbre de criticar a la prensa. No llamando al director, como todo el mundo, sino con megáfonos. Recientes están las palabras de Maestre a Hermann Tertsch o las de Iglesias a colaboradores de El País. Rita Maestre ostenta además un cargo público en mi ciudad. Son personas que no han acreditado aún una mínima urbanidad.