miércoles, 8 de agosto de 2012

Rubores



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Somos el tercer país arruinado (tras de Grecia y Portugal), pero tenemos al tercer hombre más rico del mundo: Ortega. (El tercer Ortega, Amancio, un pañero, luego de Domingo, el torero, y del filósofo, don José.) O sea, que somos un país de individualistas.
    
Este individualismo constituye el principal eximente del rubor nacional.
    
Más vale ponerse una vez colorado que ciento amarillo –es nuestro lema.
    
En Londres, por evitar el cruce con los Estados Unidos, España ha perdido al baloncesto con Brasil, aunque don Alejandro Blanco, Daniel Craig de nuestro olimpismo, con lo que lloró en su día la pérdida de valores del Madrid porque Mourinho se quejara de un maltrato arbitral, no ha abierto la boca sobre la “derrota de conveniencia” (así tituló el periodismo) del equipo de Gasol, nuestro abanderado.

    –La derrota, en vez de beneficiarnos, puede perjudicarnos –fue le greguería del jugador Reyes.
    
¿Tuvo que ver en todo esto el telefonazo de Obama a Rajoy?
    
Para saberlo necesitaríamos de las orejas en Interior de Rubalcaba, cuyos mejores hombres se dedicaban, al parecer, a prevenir la violencia de género, como dice el feminismo de combate, mediante juegos matemáticos, que por algo la muy bragada Sandra Harding tiene dicho que los “Philosophiæ naturalis principia mathematica” de Newton son un manual de violación.
    
Malas noticias para Rubalcaba (que encima ha visto correr a Marta Domínguez otra final), cuyo rubor está siendo para el periodismo un motivo de estudio como el que en “Alfanhuí” dedicó Ferlosio al rubor de los lagartos, que se llama “amarillor”, pues tienen una vergüenza amarilla y fría.

    Rubalcaba amarillo, y Rajoy, tensa la barba, con cara de “Rescatao”, el Cristo cordobés de Díaz de Pacheco.