Jorge Bustos
Nunca bien calibrada Irina. Siempre me he preguntado
cómo de duro es el trabajo de estar buenísima, porque sé bien que no
tiene que ser fácil. No puedes comer lo que te apetece, ni esnifar todo
lo que te alinean en la mesa si no eres Kate Moss, ni levantarte de la cama por menos de 10.000 dólares, como detalló resignadamente Linda Evangelista.
Y eso por levantarse: nadie se atrevió a preguntar ya cuánto pedía por
tumbarse. Tampoco se te consienten nociones secundarias de Geografía si
lo que pretendes es ganar alguna vez el Miss Universo, y ay de ti si te
fotografían con un libro en la mano cuyo formato no admita homologación
exculpatoria a una revista. Nunca he sentido el menor deseo de haber
nacido mujer, pero si lo fuera, creo que envidiaría a las chicas monas y
jamás a las chicas intolerablemente atractivas. “A partir de un cierto
grado de monería, una chica mona es tan mona como otra cualquiera”,
escribió Fitzgerald, que de chicas sabía lo suyo y lo de los demás.
Una de las cosas que más me gustan de ti...
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