miércoles, 7 de marzo de 2012

Perón

Evita

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Por la plaza del Callao, en Madrid, todavía hay una pintada que grita “¡Viva Perón!”

El peronismo es el ismo que más decisivamente ayudó (con trigo, que una cosa es predicar, y otra, dar trigo) al franquismo. Ahora, Garzón, el hombre que pidió el certificado de defunción de Franco y todavía lo está esperando (¡estas son las gestorías que nos ha dejado Zapatero!), ha encontrado colocación… en el peronismo.

Garzón asesor de Perón es un hallazgo de la justicia poética comparable al de Azaña fundador de “La Pluma”.

Perón venía de Italia, y su modelo dictatorial no eran los generales ibéricos, demasiado prusianizados, sino Alejandro Magno, con palabrería bastante (discípulo de Aristóteles, después de todo) para “poderle” a su pueblo y a sus colegas.

Nuestro socialismo.

Cuenta Gecé que una tarde el embajador Areilza lo llevó en Buenos Aires a la Central sindicalista para ver actuar a Eva Perón junto al Árbol del Bien y del Mal; el Mal, representado por oligarcas a los que, a cambio de promesas, despojaba de sus carteras, que vaciaba sobre la mesa; y el Bien, una larga cola de desgraciados, de pobres, de indígenas a los que iba demandando sobre sus penas y penurias y entregándoles fajos de billetes, mientras gritaban “¡Evita! ¡Evita!”, y lloraban y la pringaban de lágrimas y mocos.

¿Me recuerda aún, Eva? ¿Cuándo Franco me presentó a usted en su palco oficial del Teatro Español, en Madrid, al terminar la representación de “Fuenteovejuna”, de Lope, que yo había refundido?

¡Y los Marios Gases municipales y blindados pensando que las refundiciones de clásicos las han inventado ellos!

Nuestra izquierda.

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