Natalio & Woody
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En Madrid la cultura es un misterio.
Para resolverlo, la alcaldesa se ha fijado en don Natalio Grueso, que vendría a ser el don Natalio Rivas (famoso por su memoria y por su perro “Prim”, entre fox y grifón, como el temerario y progresista general) de la posmodernidad municipal.
Cuando aprieta “la” calor, a los grifones como “Prim” les pones un grano de sal en la lengua y te llevan a una fuente, como los artistas municipales de Madrid, que, ante la crisis que se avecinaba, supieron blindarse los contratos. Si los demás españoles hubieran tenido el instinto de blindarse las nóminas, ahora no habría cinco millones de parados.
Don Natalio Grueso es un dispensador de cultura, pero de la internacional.
–¡Que viene la Internacional! –decían de María Corral las áspides de los 90, por aquel su estilazo cosmopolitero que quitaba el hipo en el Reina.
Procede don Natalio del Niemeyer, versión avilesina del Palacio Medici-Riccardi, y lleva en su agenda los móviles de Woody Allen, Kevin Spacey, Paulo Coelho o Brad Pitt, que es, después de todo, lo que importa a una alcaldesa.
–¡Los famosos! ¿Dónde están los famosos? –apremiaba la de Valencia a Jorge Berlanga, que hacía un festival de cine en la ciudad.
Woody Allen es el Antonio Ozores neoyorquino: freudismo de boina y freudismo de clarinete. Alfonso Ussía era amigo de Ozores, pero nunca sería elegido por un Ayuntamiento de derechas para dispensar cultura municipal, pues, a diferencia de don Natalio, no tiene el móvil… de Brad Pitt, pongamos por caso.
¿Entienden ustedes por qué en Madrid la cultura es (y seguirá siendo) un misterio?
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Abc
En Madrid la cultura es un misterio.
Para resolverlo, la alcaldesa se ha fijado en don Natalio Grueso, que vendría a ser el don Natalio Rivas (famoso por su memoria y por su perro “Prim”, entre fox y grifón, como el temerario y progresista general) de la posmodernidad municipal.
Cuando aprieta “la” calor, a los grifones como “Prim” les pones un grano de sal en la lengua y te llevan a una fuente, como los artistas municipales de Madrid, que, ante la crisis que se avecinaba, supieron blindarse los contratos. Si los demás españoles hubieran tenido el instinto de blindarse las nóminas, ahora no habría cinco millones de parados.
Don Natalio Grueso es un dispensador de cultura, pero de la internacional.
–¡Que viene la Internacional! –decían de María Corral las áspides de los 90, por aquel su estilazo cosmopolitero que quitaba el hipo en el Reina.
Procede don Natalio del Niemeyer, versión avilesina del Palacio Medici-Riccardi, y lleva en su agenda los móviles de Woody Allen, Kevin Spacey, Paulo Coelho o Brad Pitt, que es, después de todo, lo que importa a una alcaldesa.
–¡Los famosos! ¿Dónde están los famosos? –apremiaba la de Valencia a Jorge Berlanga, que hacía un festival de cine en la ciudad.
Woody Allen es el Antonio Ozores neoyorquino: freudismo de boina y freudismo de clarinete. Alfonso Ussía era amigo de Ozores, pero nunca sería elegido por un Ayuntamiento de derechas para dispensar cultura municipal, pues, a diferencia de don Natalio, no tiene el móvil… de Brad Pitt, pongamos por caso.
¿Entienden ustedes por qué en Madrid la cultura es (y seguirá siendo) un misterio?
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Ozores & Ussía