lunes, 6 de junio de 2011

La importancia de llamarse Al


Jorge Bustos

En España, como bien sabía Cela y copia Rajoy, gana el que menos se significa. Demasiado tarde lo han entendido dos parpadeantes personajes que ahora pretenden menguar en intensidad como si fueran una reducción de Pedro Ximénez. Uno es Mourinho, que acaba de declarar –la prensa deportiva sin una declaración de Mou es como la prensa antifranquista sin un académico de la Historia– sobre el affaire Valdano: “No es nada personal, en absoluto. No soy el Padrino. Seré el entrenador y nada más”. Hombre, hombre. Gracias a Dios, Mou es mucho más que un entrenador, del mismo modo que Guardiola es... “el gestor de talentos más importante de todos los tiempos”, en mareante sentencia de un cocinero llamado Adrià, a quien se le da mejor deconstruir tortillas que construir pensamientos ecuánimes.

El otro que ansía la sencillez es Rubalcaba, que ahora desea que le llamen únicamente Alfredo, que queda más familiar, como sugiriendo esa intimidad donde se fraguan los chivatazos o las conspiraciones. Dicen los porteadores mediáticos de Alfredo que sólo con su nombramiento el PSOE ya le ha recortado cinco puntos a Rajoy en las encuestas, según lo cual estaríamos efectivamente ante el Usain Bolt de la demoscopia electoral, como lo motejó el gallego. Pero la fórmula secreta de nuestro alquimista del Interior no es otra que la de siempre: abonarles a los nacionalistas la factura por sus votos, en este caso los de Duran i Lleida, que pone mano de diablo ante los Ultra Sur pero boca de fraile cuando se acercan los Presupuestos.

El deseo de Rubalcaba de llamarse Alfredo descabalga a Rajoy de su afán por rasear el discurso y achantar el perfil. Se ha dado cuenta y ha tomado la iniciativa marcando el árido camino del ajuste. Pero ahí es exactamente donde lo quiere Alfredo: por delante, anunciando el cierre de los bares, para luego llegar él por detrás susurrando mefistofélicamente: “Llega la derecha a quitaros el bastón cuando más cojeáis, pero yo os protegeré. Llamadme Al”. Como si fuéramos hosteleros de Chicago en los años veinte.

(La Gaceta)