José Ramón Márquez
¡Vaya papelón le ha tocado al pobre Boix! Dábamos esta mañana aquí mismo por seguro que las dos únicas plazas de respeto en las que se anunciaría Tomás este año, además de la de la reaparición del día 23, serían la de Málaga y la de Barcelona, y ahora le ha tocado salir al hombre a explicar que de esas dos, una no. Vamos, que bye, bye Málaga.
Alude el músico a problemas que no se entienden alrededor de las entradas; dice Boix ‘recelo en la forma de vender las entradas’ y ‘total respeto a la afición malagueña’ y todo suena a otra excusa para no anunciarse en una plaza en la que, quizás, se le pueda subir un poquito el nivel de la exigencia en cuanto al toro, plaza de primera al fin y al cabo. Lo chocante es que en Málaga ha toreado un montón de veces, e incluso había tomado allí carta de naturaleza la costumbre de cantarle el ‘Cumpleaños feliz’, como a El Cordobés en Burgos.
El hecho es que da la impresión de que el pétreo no tiene ningunas ganas de líos, y que lo que desea es plantear esta media temporada como una especie de visita de pastoreo por sus diócesis en la que ir recogiendo el fácil aplauso de sus fieles y los cuartos contantes y sonantes. Cuantos menos problemas tenga, mejor.
Pero el hecho evidente es que, para el público, con el Berroqueño todo son problemas: que si las plazas, que si los toros, que si los compañeros, que si la TV, que si los abonos, que si el billetaje. Y me da a mí que esa cortina de humo quizás lo que trata es de esconder la realidad de que desde su reaparición no ha querido verse más que con toreros que no le puedan hacer sombra y con torillos de su elección, dominando a su antojo toda la escenografía a su alrededor y llevándose hasta el último duro que hubiese por tomar, sin cesar de alentar el mantra ése de su ‘tragedia’. Y también parece evidente que del miedo que pasó en Madrid, único esfuerzo que ha hecho desde 2008, aún no se ha olvidado y que le va a costar mucho tiempo olvidarse.
Claro que para un torero tan bien llevado en las cosas del marketing de comunicación, cabría también la posibilidad de que todo esto sea una tormenta preparada para calibrar la medida de la reacción y, eventualmente, renegociar al alza con la empresa. En ese caso aparecería de nuevo el músico dentro de unos días diciendo que ya se han arreglado y que el torero está dispuesto a soplar las velas en La Malagueta, por su ‘total respeto a la afición malagueña’.
Y también cabe la posibilidad de que Tomás esté totalmente rilado. En ese caso, ¿cuál será su próxima renuncia? ¿Cuenca? ¿Huelva?
¡Vaya papelón le ha tocado al pobre Boix! Dábamos esta mañana aquí mismo por seguro que las dos únicas plazas de respeto en las que se anunciaría Tomás este año, además de la de la reaparición del día 23, serían la de Málaga y la de Barcelona, y ahora le ha tocado salir al hombre a explicar que de esas dos, una no. Vamos, que bye, bye Málaga.
Alude el músico a problemas que no se entienden alrededor de las entradas; dice Boix ‘recelo en la forma de vender las entradas’ y ‘total respeto a la afición malagueña’ y todo suena a otra excusa para no anunciarse en una plaza en la que, quizás, se le pueda subir un poquito el nivel de la exigencia en cuanto al toro, plaza de primera al fin y al cabo. Lo chocante es que en Málaga ha toreado un montón de veces, e incluso había tomado allí carta de naturaleza la costumbre de cantarle el ‘Cumpleaños feliz’, como a El Cordobés en Burgos.
El hecho es que da la impresión de que el pétreo no tiene ningunas ganas de líos, y que lo que desea es plantear esta media temporada como una especie de visita de pastoreo por sus diócesis en la que ir recogiendo el fácil aplauso de sus fieles y los cuartos contantes y sonantes. Cuantos menos problemas tenga, mejor.
Pero el hecho evidente es que, para el público, con el Berroqueño todo son problemas: que si las plazas, que si los toros, que si los compañeros, que si la TV, que si los abonos, que si el billetaje. Y me da a mí que esa cortina de humo quizás lo que trata es de esconder la realidad de que desde su reaparición no ha querido verse más que con toreros que no le puedan hacer sombra y con torillos de su elección, dominando a su antojo toda la escenografía a su alrededor y llevándose hasta el último duro que hubiese por tomar, sin cesar de alentar el mantra ése de su ‘tragedia’. Y también parece evidente que del miedo que pasó en Madrid, único esfuerzo que ha hecho desde 2008, aún no se ha olvidado y que le va a costar mucho tiempo olvidarse.
Claro que para un torero tan bien llevado en las cosas del marketing de comunicación, cabría también la posibilidad de que todo esto sea una tormenta preparada para calibrar la medida de la reacción y, eventualmente, renegociar al alza con la empresa. En ese caso aparecería de nuevo el músico dentro de unos días diciendo que ya se han arreglado y que el torero está dispuesto a soplar las velas en La Malagueta, por su ‘total respeto a la afición malagueña’.
Y también cabe la posibilidad de que Tomás esté totalmente rilado. En ese caso, ¿cuál será su próxima renuncia? ¿Cuenca? ¿Huelva?