miércoles, 15 de junio de 2011

Sol es una amnistía

Cuando la indignación viajaba en tranvía

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Aguirre en Vallecas, con las listas que no quieren las feministas, y en Sol, los zánganos del «agit-prop». De Sol sólo se ha ido el de la Primitiva, porque el asentamiento chabolista sigue en pie. «América es una amnistía», le dijeron a Foxá en la Argentina, queriendo decir que América era el refugio de la cósmica chusma sagrada. Bueno, pues Sol es una amnistía. En aras a la imagen de Madrid, Gallardón quería prohibir los hombres-sandwich que anuncian oro, y deja la Puerta del Sol en manos de la chusma de la indignación española, que ni es española ni es indignación. La auténtica indignación española la describió Camba así: un hombrecillo débil y violento, uno de esos cascarrabias chiquirritines, con los ojos saltones que asestan puñetazos heroicos a las mesas de los cafés y luego comienzan a dar gritos porque se han hecho daño, que agitan los brazos en el vacío, que patalean y que vociferan hasta que se ven sujetados por los brazos y en absoluta imposibilidad de moverse. Uno de esos hombrecillos tropezó una vez en la calle de Fuencarral con un señor. «¿No tiene usted ojos en la cara? -le dijo-. Si no sabe andar, quédese en su casa». El señor le presentó sus excusas, pero el hombrecillo estaba furioso. «¡Usted se merece una lección!», gritaba. El señor empezó a impacientarse. El hombrecillo seguía chillando con una voz muy aguda. «Si le doy un golpe a este hombre -pensaba el señor- le voy a hacer mucho daño».En esto bajaba un tranvía y el señor le hizo seña al conductor, cogió al hombrecillo por un brazo y lo depositó en la plataforma del tranvía, mientras con la mano libre sacaba una perra gorda del bolsillo. «Este caballero -exclamó- hasta la Puerta del Sol».

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