Pues señores, esto se va muy al garete pero nadie parece darse mucha cuenta porque los semáforos siguen cambiando del rojo al verde con tranquilizadora periodicidad. Si uno toma en las manos el cubo de Rubik que hoy es España y comienza a examinar cada una de sus facetas, no encontrará una posibilidad de orden –qué palabra reaccionaria– en ninguna de ellas. Topamos con el cuadradito negro funeraria de Bildu, con el rojo alarma de la prima de riesgo, con el amarillo sucesorio de la próstata de Rubalcaba, con el marrón hachís de los indignados, con el blanco angélico de la oposición expectante, con el gris tela de araña que exhiben las arcas autonómicas, con el verde que te quiero verde de la clase política y el color carne desharrapada de los parados de larga duración y corto consuelo. Y este cubo no lo cuadra ni Garry Kasparov con el profesor Punset soplándole por pinganillo.
A España podría muy bien venir cualquier mañana de estas Clint Eastwood en el papel del sargento Highway: “Estoy aquí para comunicaros que la vida, tal y como la habéis conocido, ha terminado. Mañana a las seis de la mañana vuestros cu… serán míos”. ¿De quién serán? ¿De Merkel? Eso parece. ¿Es por tanto contra la forzosa expropiación europeísta de nuestros tafanarios hispanos contra lo que se rebelan, patrióticamente, los indignados? Quia: toda la teoría política del movimiento 15-M cabe en un estribillo de Manu Chao y se expresa mediante la estética del harapo guerrillero y mediante la ética de acojonar al diputado. Totalitarismo de manual, aunque en su Hessel no venga quiénes eran los camisas pardas del fascismo genuino. Porque fascistas, en España, ya se sabe: siempre son los demás.
Son una minoría, se arguye. Siempre es una minoría la que desencadena los desastres sociales. Chaves Nogales, con la visión infrarroja de la que estaba dotado, esculpió el proceso en 1940 a propósito de la inconcebible nazificación de Francia: “Un Estado puede derrumbarse, un país puede ser invadido sin que se produzca en las masas una reacción profunda, pero en cambio no es posible que el servicio municipal de limpieza deje de recoger las basuras durante 48 horas. Las masas modernas lo soportan todo menos la incomodidad material, física. La independencia de la patria, los derechos del hombre, los destinos de la civilización son hoy para la gran masa ciudadana puras abstracciones que no tienen ningún sentido frente al hecho cierto, tangible, irritante, de que al salir del trabajo no se pueda tomar el aperitivo”.