Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Al parecer, Zapatero ya sólo quiere pasar a la Historia, pero el portero no le deja.
–La Historia sería una cosa excelente, si fuera verdadera –dijo Tolstoi, pensando, ay, en personajes como Zp, acrónimo de esa izquierda que quiere imponer a todo el mundo el deber de mentir sobre el pasado con el pretexto de salvaguardar su cohesión del presente.
Para impresionar al portero, anda Zapatero revolviendo huesos en Cuelgamuros con el ánimo de llevarse el muerto de Franco, como un Boris Karloff cualquiera en “El ladrón de cadáveres”, al monte de El Pardo. Pobre Zetapé, que ni siquiera en eso sería extraordinario. Desde luego, no parece Zetapé capacitado para cometer más truculencias con el muerto de Franco que las cometidas por los “zetapés” ingleses con el muerto de Cromwell, y ahí están ellos, innominados en la fosa común de la Historia, mientras Richard Harris sigue entrando en el Parlamento hecho un “indignado” para rebanarle el pescuezo a Alec Guinness.
Zetapé puede jugar a Peter Lorre o poner a trabajar a sus censores, como el complutense Bernabé, que pide firmas para censurar a sus colegas de Diccionario Histórico. Dentro de cincuenta años, Zetapé será, si acaso, un asterisco, y Franco, unas líneas no muy distintas de las apuntadas por Aguinaga en su breve “Teoría del franquismo”:
–General que, tras una guerra civil de tres años y una compleja y eficaz gobernación de treinta y seis, restauró la Monarquía en la dinastía borbónica y en la persona de don Juan Carlos de Borbón y Borbón.
A propósito de esa restauración, precisamente, Carrillo, líder moral de la izquierda hispánica, decía al zascandil de Villalonga, que en 1975 lo entrevistaba en París para la revista “Lui”:
–En España, y sobre todo para el hombre de la calle, un hombre que traiciona a su padre, incluso por una corona, no puede esperar disfrutar de la más mínima credibilidad por parte de sus compatriotas. Y menos todavía, respeto.
Son palabras del mismo líder moral de la izquierda hispánica que en mayo del 39 escribe su famosa carta a su padre:
–Cada día es mayor mi amor a la Unión Soviética y al gran Stalin…
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Abc
Al parecer, Zapatero ya sólo quiere pasar a la Historia, pero el portero no le deja.
–La Historia sería una cosa excelente, si fuera verdadera –dijo Tolstoi, pensando, ay, en personajes como Zp, acrónimo de esa izquierda que quiere imponer a todo el mundo el deber de mentir sobre el pasado con el pretexto de salvaguardar su cohesión del presente.
Para impresionar al portero, anda Zapatero revolviendo huesos en Cuelgamuros con el ánimo de llevarse el muerto de Franco, como un Boris Karloff cualquiera en “El ladrón de cadáveres”, al monte de El Pardo. Pobre Zetapé, que ni siquiera en eso sería extraordinario. Desde luego, no parece Zetapé capacitado para cometer más truculencias con el muerto de Franco que las cometidas por los “zetapés” ingleses con el muerto de Cromwell, y ahí están ellos, innominados en la fosa común de la Historia, mientras Richard Harris sigue entrando en el Parlamento hecho un “indignado” para rebanarle el pescuezo a Alec Guinness.
Zetapé puede jugar a Peter Lorre o poner a trabajar a sus censores, como el complutense Bernabé, que pide firmas para censurar a sus colegas de Diccionario Histórico. Dentro de cincuenta años, Zetapé será, si acaso, un asterisco, y Franco, unas líneas no muy distintas de las apuntadas por Aguinaga en su breve “Teoría del franquismo”:
–General que, tras una guerra civil de tres años y una compleja y eficaz gobernación de treinta y seis, restauró la Monarquía en la dinastía borbónica y en la persona de don Juan Carlos de Borbón y Borbón.
A propósito de esa restauración, precisamente, Carrillo, líder moral de la izquierda hispánica, decía al zascandil de Villalonga, que en 1975 lo entrevistaba en París para la revista “Lui”:
–En España, y sobre todo para el hombre de la calle, un hombre que traiciona a su padre, incluso por una corona, no puede esperar disfrutar de la más mínima credibilidad por parte de sus compatriotas. Y menos todavía, respeto.
Son palabras del mismo líder moral de la izquierda hispánica que en mayo del 39 escribe su famosa carta a su padre:
–Cada día es mayor mi amor a la Unión Soviética y al gran Stalin…
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