José Ramón Márquez
La verdad es que llevo dándole vueltas a la deplorable actuación del palco en la corrida de ayer, y la forma tan profunda en la que esa forma de presidir, tan a la ligera, perjudicó los intereses de Joselito Adame. Sólo se me ocurre, como explicación de tan desgraciada actuación y tratando de ser generoso, la falta de afición, de amor a los toros, a la historia del toreo y de principios sólidos sobre los que asentar y mantener la opinión.
No es de recibo que, como pasó en el segundo, se le saque el pañuelo verde a un toro, cuando lo que corresponde es que comience la faena de muleta. Sospechamos que, por torpes que fuesen, ya tuvieron tiempo el usía y sus doctos asesores para calibrar las condiciones del animal después de haber sido parado, picado por dos veces y banderilleado por tres veces. No tiene explicación que, de pronto, se caigan del guindo, tomen la peor decisión, y en vez de cambiar de tercio, saquen el moquero verde y cambien de toro. Nula personalidad del Presidente y responsabilidad compartida en la desacertada decisión por los que se sientan a su derecha y a su izquierda, que no están en los toros de espectadores, precisamente.
Y siendo deplorable lo que pasó con el segundo, creo que es mucho peor lo que pasó con el quinto, pues, si en el anterior se pecó de falta de reflejos, en éste se pecó de velocidad supersónica. Se puso de vuelta a los corrales a un toro que era más feo que pegar a un padre y más basto que una transfusión de pan rallado, pero que sepamos ni la fealdad ni la bastedad son causa suficiente para expulsar del ruedo a un animal que por la mañana fue aprobado. El propio toro se encargó de ridiculizar al palco cuando, una vez exhibido el pañuelo verde, se arrancó al caballo y tomándole por delante le levantó con facilidad a base de fuerza y riñones. ¿Y a cambio, qué nos dieron? Pues a cambio salió el inmundo sobrero de El Sierro, con el que ya dejaron sentenciada definitivamente la tarde de Joselito Adame. Estas son mis notas: “Empieza por ayudados por alto, el toro se cae. Naturales, se cae. Derechazos, se cae. Derechazos, en el remate se cae. Naturales, en esa serie no se cae. Derechazos, en el molinete de remate, se cae. Estocada tendida arriba, bien ejecutada, el toro se cae para no volver a ponerse en pie.”
El Presidente se llamaba don Julio Martínez Moreno; el asesor don José Cabezas Porras; el veterinario, don Francisco Javier Horcajada García. Los tres lo hicieron muy, muy mal.