Francisco Javier Gómez Izquierdo
Este lío que se ha montado con la elección de la capital cultural que ha de representar a España me ha pillado bastante descolocado, pues llevo un año entretenido en explicar a los cordobeses las bondades del río humano que pasa por Gamonal rumbo a Santiago, la catedral de Burgos, el Museo del primer europeo y lo poco conocidos que son la Cartuja de Miraflores o el Monasterio de las Huelgas, cuya abadesa llegó a mandar mas que el Papa. Los cordobeses me decían que sí, que Burgos será muy culta y muy bonita, pero que ninguna se ha implicado como Córdoba en el tema. Había más novias la víspera de los Sampedros, pero la cosa apuntaba a Burgos, que es mi pueblo, o a Córdoba, que es el de mi tierno infante. Si el novio (al que llaman Jurado) se hubiera inclinado por los encantos de Zaragoza, Segovia o Las Palmas, las dos ciudades que tanto me tocan también discutirían la decisión, pero lo harían con muchas menos razones que las que se pueden esgrimir ante la última zapatiesta.
-“.. por la contribución a la paz” -dijo Manfred Gaulhofer, un tipo con más pinta de play boy que de sabio... y sus palabras sonaron como un bombazo de repetición destruyendo la ilusión de Córdoba y la certeza burgalesa. Tras la repentina sorpresa y teniendo en cuenta que uno tampoco veía tan transcendental que una cuadrilla de tíos listos convierta la cultura en un concurso de Misses, intento explicar al niño cómo van éstas cosas y para ello procuro documentarme.
-Mira mozo, todo esto es un cuento. En los vídeos de promoción de las ciudades cada una pone lo que cree va a resultar. San Sebastián puso a Iñaki Gabilondo en actitud de Amén Jesús al principio del suyo y al otro hermano Gabilondo, que es ministro de Educación al final, con pinta de decir “podéis ir en paz”. De los trece votos del Jurado, seis los pone el Ministerio de Cultura y es Ministerio éste que los socialistas tienen costumbre de enredar con el de Educación. El presidente Zapatero necesita hacer buenas migas con los nacionalistas y sus ministros atienden los requerimientos del presidente, como es lógico entre compañeros... El otro día en el Congreso, sin ir más lejos, hubo unos acuerdos extravagantes por un quítame allá unas abstenciones que sorprendieron, por lo ventajosos, a los propios diputados vascos. Lo curioso es que creo que el nuevo alcalde de San Sebastián apoyaba a Zaragoza, pues lo de representar a España no lo veía él muy abertzale.
Burgos, que en la prensa maña era la tapada, no ha levantado mucho la voz y se ha ido de fiesta para olvidar pronto el disgusto, pero Doña Rosa Joaquina Aguilar y el alcalde Belloch se han “indignado” y están pensando acampar en la puerta del Sol. Creo que no llegarán a tanto y sería oportuno recordarles que la decisión es cosa de sus amigos. Del jefe de su partido y de la familia Gabilondo, mucho más influyente en determinados asuntos de lo que sus cercanos imaginan.
Este lío que se ha montado con la elección de la capital cultural que ha de representar a España me ha pillado bastante descolocado, pues llevo un año entretenido en explicar a los cordobeses las bondades del río humano que pasa por Gamonal rumbo a Santiago, la catedral de Burgos, el Museo del primer europeo y lo poco conocidos que son la Cartuja de Miraflores o el Monasterio de las Huelgas, cuya abadesa llegó a mandar mas que el Papa. Los cordobeses me decían que sí, que Burgos será muy culta y muy bonita, pero que ninguna se ha implicado como Córdoba en el tema. Había más novias la víspera de los Sampedros, pero la cosa apuntaba a Burgos, que es mi pueblo, o a Córdoba, que es el de mi tierno infante. Si el novio (al que llaman Jurado) se hubiera inclinado por los encantos de Zaragoza, Segovia o Las Palmas, las dos ciudades que tanto me tocan también discutirían la decisión, pero lo harían con muchas menos razones que las que se pueden esgrimir ante la última zapatiesta.
-“.. por la contribución a la paz” -dijo Manfred Gaulhofer, un tipo con más pinta de play boy que de sabio... y sus palabras sonaron como un bombazo de repetición destruyendo la ilusión de Córdoba y la certeza burgalesa. Tras la repentina sorpresa y teniendo en cuenta que uno tampoco veía tan transcendental que una cuadrilla de tíos listos convierta la cultura en un concurso de Misses, intento explicar al niño cómo van éstas cosas y para ello procuro documentarme.
-Mira mozo, todo esto es un cuento. En los vídeos de promoción de las ciudades cada una pone lo que cree va a resultar. San Sebastián puso a Iñaki Gabilondo en actitud de Amén Jesús al principio del suyo y al otro hermano Gabilondo, que es ministro de Educación al final, con pinta de decir “podéis ir en paz”. De los trece votos del Jurado, seis los pone el Ministerio de Cultura y es Ministerio éste que los socialistas tienen costumbre de enredar con el de Educación. El presidente Zapatero necesita hacer buenas migas con los nacionalistas y sus ministros atienden los requerimientos del presidente, como es lógico entre compañeros... El otro día en el Congreso, sin ir más lejos, hubo unos acuerdos extravagantes por un quítame allá unas abstenciones que sorprendieron, por lo ventajosos, a los propios diputados vascos. Lo curioso es que creo que el nuevo alcalde de San Sebastián apoyaba a Zaragoza, pues lo de representar a España no lo veía él muy abertzale.
Burgos, que en la prensa maña era la tapada, no ha levantado mucho la voz y se ha ido de fiesta para olvidar pronto el disgusto, pero Doña Rosa Joaquina Aguilar y el alcalde Belloch se han “indignado” y están pensando acampar en la puerta del Sol. Creo que no llegarán a tanto y sería oportuno recordarles que la decisión es cosa de sus amigos. Del jefe de su partido y de la familia Gabilondo, mucho más influyente en determinados asuntos de lo que sus cercanos imaginan.