lunes, 6 de junio de 2011

De cómo hemos cambiado


Pepe Cerdá

En 1989 el mundo entero vio cómo eran juzgados y ejecutados Nicolae Ceaucescu y su esposa Eleonora. En 1989 éramos considerados lo suficientemente adultos como para poder soportar la verdad por cruel que fuese. El documento además de espeluznante es muy clarificador de cómo se comoportan los que dicen representar al estado y de cómo les va según estén en un lado o en el otro.

Ahora ya no se nos dice nunca la verdad. Se supone que es por nuestro bien. Los que nos gobiernan no nos consideran lo suficientemente adultos como para mostrarnos la ejecución de Bin Laden, tal y como se nos mostró la de Ceaucescu hace veintitantos años. Nos debe bastar con ver las caras de preocupación de Obama y Hilary al ver cómo lo ejecutan en unas fotos bastante chulas, eso sí. Los políticos nos mienten sobre todas las cosas importantes; el alcance de la crisis, el estado real de los que nos guardan la pasta: los bancos y la quiebra del sistema en general.

Cavilo que el que mentía sistemáticamente a su pueblo era Ceaucescu y que por eso los que lo derrocarón querían comenzar por decir y mostrar la verdad tal cual era, por cruel que fuese.

Cavilo que una condición de los sistemas democráticos debería de ser el exponer permanentemente la verdad. Cavilo que el paternalismo del que hacen gala nuestros gobiernos tardodemocráticos es más propio de sistemas totalitarios.

Cavilo que esta democracia no es otra cosa que la dictadura de la casta política para con sus inferiores: los ciudadanos.