Humanista
Alfredo Valenzuela
Abc de Sevilla
Nacido en Huéscar (Granada) en 1966, Manuel García es sevillano de adopción, profesor de Literatura, músico, director de la editorial «Point de lunettes», donde ha publicado las cartas del escritor cubano Reinaldo Arenas, encuadernador, casi librero de viejo y poeta, y acaba de publicar el poemario «De bares y tumbas» (Hiperión)
—¿Cuándo ha tocado la viola de gamba por última vez?
—Justo antes de responder a esta entrevista.
—¿Cree que Willy Toledo sacaría algún provecho de la lectura de las cartas de Reinaldo Arenas, que usted ha editado?
—Reinaldo Arenas fue un ser tan trágico y su tragedia fue tan humana, que hasta Willy Toledo podría aprender algo en este libro.
—¿El mundo literario ha muerto?
—Sí, y el de la música y el de la pintura. Sus cadáveres están saldándose en los grandes almacenes.
—¿Por qué la muerte anda siempre rondando a los poetas?
—Porque es un tema que no tiene solución. Por eso nos obsesiona tanto desde la Ilíada.
—¿Sobre qué tumba derramaría un vaso de bourbon?
—Sobre la de Óscar Wilde, en el cementerio de Père Lachaise en París.
—Hablando de bares y tumbas. ¿Poe y Dylan Thomas murieron como poetas?
—Vivieron como poetas y murieron como seres humanos, solos frente a la muerte.
—Supongo que le gustaría aquel pasaje de «La Colmena» en el que los clientes del café comprueban que las mesas son lápidas de cementerio puestas del revés...
—Sí, mucho. También me gustó aquel poema de Byron en el que de una calavera mandó hacer una copa para beber. Cela, Byron y Omar Jayyam nos dicen claramente que del barro de los muertos se hace el jarro en el que hemos de beber los vivos.
—¿Le lleva flores a los muertos?
—Sí. La última vez que lo hice, no hace mucho, fui con mi padre al cementerio a poner flores a la tumba de mi madre. También puse recientemente pétalos de rosa rojos y blancos encima del ataúd de Jorge Camacho (pintor cubano, albacea de Reinaldo Arenas, que pasaba temporadas en Sevilla). Es de bien nacidos honrar a nuestros muertos y beber a su salud, y alegrarnos con su recuerdo.
—Dedica un poema al niño muerto de «Luces de bohemia». ¿Qué le sugiere que el padre de ese niño fuese fusilado y que un sobrino de ese niño haya sufrido recientemente un intento de asesinato?
—Me sugiere que, de ser eso cierto, España sería el mismo país negro que denunció Valle Inclán en sus esperpentos. Y aunque parece que hemos mejorado, algo de esos lodos nos mancha todavía.
—¿Que el rito consagre el vino es una muestra de la superioridad del Catolicismo sobre otras religiones?
—El milagro de la conversión del agua en vino en las bodas de Caná así lo demuestra.
—Sevilla tiene fama de poética, pero con demasiada frecuencia resulta prosaica, ¿no?
—La cantidad de buenos poetas que ha dado Sevilla, de Herrera a Cernuda, con la cumbre de Bécquer y los Machado, puso el listón del tópico muy alto, y acabó siendo un baldón para los jóvenes escritores. El prosaísmo también lo trae la vida globalizada, de la mano del consumo.
—¿Qué es más triste, un perro bajo la lluvia o no tener a nadie que te ladre?
—No tener quien nos ladre.
—¿No hay lugares como los bares?
—Los bares son los sitios de la intimidad y la soledad creativa. La mesa elegida de un buen bar a la hora justa, una copa apetecida, un libro entre las manos, papel y bolígrafo, son el sitio perfecto de la creación literaria, donde nunca faltan las musas.
—¿Dónde están los bares de antaño?
—Donde los juguetes de la infancia, los álbumes de cromos y los primeros amores, en el archivo de la memoria o en donde habita el olvido.
—Si ya no hay bares como los de antes, ¿es que los bares contradicen la fe en el progreso?
—El progreso y la integración en la UE parecieron amenazar la genuina tasca ibérica, pero ésta surge de nuevo cada día como las raíces de los árboles en las aceras.
—Curiosamente, parece que de sus múltiples actividades la que menos tiene que ver con el libro es la de profesor, ¿o acaso leen sus alumnos?
—Los alumnos demandan continuamente lecturas de calidad. Es el pésimo sistema educativo español —yo sufro el andaluz—, con la colaboración de ciertos profesores y pedagogos, el que está convirtiendo los institutos en extraños parques temáticos o de atracciones, negándoles a los alumnos la belleza de la literatura y promoviendo entre los adolescentes las mierdas light y la basura digital.
—Por cierto, ¿a qué sabe el aguardiente con agua de pozo?
—A mañana de invierno, a tierra honrada, a patio con pozo, parra y limonero.
—¿De verdad cree que la voz de Tom Waits entraría por seguidillas?
—Entre las voces rotas, por el alcohol, y hondas de Tom Waits y de Paco Toronjo mi oído de poeta advierte pocas diferencias.