Hacerle una encuesta a un gallego es como tratar de predecir el vuelo de una mosca dipsómana. Voy al quiosco, compro este periódico y aprovecho para inquirir:
-¿Se vende mucho LA GACETA?
-Pues depende. (Pronúnciese: pues "depénde")
-Pero más o menos cuántos ejemplares...
-Pues hay días que muchos y días que pocos.
Y de ahí no la sacas a la simpática tendera. ¿Cómo se las arreglará el CIS para manipular aquí con algún fundamento empírico? Otra cosa que le llama a uno mucho la atención es la abismal diferencia entre el gallego que habla por ejemplo un político o un presentador de la televisión gallega y el gallego que habla una abuela de un pequeño pueblo de la Ría de Arosa. El primero es cristalino como el nacimiento del Miño y el segundo discurre como el Manzanares en día de lluvia ácida. Uno, de hecho, entiende mejor a los segundos hablando en gallego que en castellano, directamente. Por cierto que el viernes entrevisté al presidente Alberto Núñez Feijóo -en castellano- y me confirmó al natural la impresión que tenía de él: es el delfín del PP, se ponga Gallardón como se ponga. No hay que ser controlador aéreo para darse cuenta de que tiene más futuro que una meiga en el plató del Íker Jiménez. Le encontré algo serio por la muerte de los dos brigadistas en el incendio de Fornelos, pero es un tipo capaz de relacionar el número de percebes que se están pescando en las Rías Bajas con la salida de la crisis mientras da órdenes por la BlackBerry.
Vine al pueblecito de la Ría desde el que escribo invitado por un amigo que conocí en Nueva York, nacido en Queens pero de familia coruñesa, como manda la tradición atlántica de esta Galicia fabulosa. Resulta que sus tíos -Urbano y Marisa- son unos gatoadictos empedernidos. “¿Cuándo vuelve Antonio? Se está haciendo muy largo este agosto sin él...” Me cuenta Urbano que ha convertido a no menos de cien vigueses al gatoadictismo. Fue directivo del Celta ocho años -vio a Ramón Mendoza bañarse en champán francés- y cuenta unos chistes con los que te ríes tres veces: por el chiste, por el acento y porque luego los explica.
La vecina Puebla del Caramiñal se disputa con Villanueva de Arosa el nacimiento de Valle-Inclán. El propio genio zanjó el asunto salomónicamente afirmando que nació en un barco que cubría la travesía entre ambos municipios. Por aquí se come un pulpo que se te saltan las lágrimas de felicidad al masticarlo. Uno no puede evitar preguntarse si próximamente prohibirán en Cataluña las raciones de pulpo, dada la forma salvaje en que son golpeados una vez cazados, unida al patriotismo innegable que evocan los congéneres de Paul.
(La Gaceta)