Francisco Javier Gómez Izquierdo
En Herrera de Pisuerga, pueblo que, en contra de la creencia general burgalesa, nació Rufino Requejo Martín - alias Requejo I-, y que fue nuestro primer interior idolatrado, estuve hace unos días recordando antiguas cangrejadas. En mi casa de Gamonal y siendo Requejo espiado en El Plantío por los grandes de España, comíamos muchos cangrejos de río, ya que mi padre era todo un artista con los reteles, a los que ponía ranas de cebo, además de conocer las costumbres nocturnas de estos crustáceos. Por estas fechas -la Virgen y San Roque- era cuando más cangrejos se pescaban, y la Romería de Sta. Lucía en Hacinas era cuando más esmero se ponía en la preparación de las cazuelotas con su poquito de pique, su tomate, su ajito y su perejil. Aquellos cangrejos eran para mí toda una bendición. En aquel tiempo me gustaba más hartarme de cangrejos que de lechazo... ¡Fíjense si me gustaban los cangrejos!
Aquéllos guardias de ICONA que seguían a mi padre como si fuera Juan Lobón -un furtivo gaditano del que el señor Márquez tendrá conocimiento- fueron vistos por ojos indiscretos en el nacimiento de los ríos volcando materia blanca de bolsas venenosas y... se acabó uno de mis mayores placeres.
Llegaron los americanos a las marismas andaluzas con sus corpachones y sus colitas. Dicen que fue especie muy dañina que no dejaba nada vivo. Ahora no sé cómo está la familia cangrejil, pero no es tan despreciable como la de las americanos, sin llegar ni por asomo a la exquisitez de mis años de mocedad. Si los veo en la pescadería, los compro y los guiso a la manera de antaño, pero no saben igual.
Herrera de Pisuerga es la patria del cangrejo de río, al que siempre han hecho una fiesta a principios de agosto muy celebrada. Las gentes de Herrera, y que me perdonen la manera de señalar, se parecen a los israelitas de Moisés, y, a falta de toros, pretenden torear a su ídolo cangrejil cuando se les sube el vino a la cabeza.
En Herrera de Pisuerga, pueblo que, en contra de la creencia general burgalesa, nació Rufino Requejo Martín - alias Requejo I-, y que fue nuestro primer interior idolatrado, estuve hace unos días recordando antiguas cangrejadas. En mi casa de Gamonal y siendo Requejo espiado en El Plantío por los grandes de España, comíamos muchos cangrejos de río, ya que mi padre era todo un artista con los reteles, a los que ponía ranas de cebo, además de conocer las costumbres nocturnas de estos crustáceos. Por estas fechas -la Virgen y San Roque- era cuando más cangrejos se pescaban, y la Romería de Sta. Lucía en Hacinas era cuando más esmero se ponía en la preparación de las cazuelotas con su poquito de pique, su tomate, su ajito y su perejil. Aquellos cangrejos eran para mí toda una bendición. En aquel tiempo me gustaba más hartarme de cangrejos que de lechazo... ¡Fíjense si me gustaban los cangrejos!
Aquéllos guardias de ICONA que seguían a mi padre como si fuera Juan Lobón -un furtivo gaditano del que el señor Márquez tendrá conocimiento- fueron vistos por ojos indiscretos en el nacimiento de los ríos volcando materia blanca de bolsas venenosas y... se acabó uno de mis mayores placeres.
Llegaron los americanos a las marismas andaluzas con sus corpachones y sus colitas. Dicen que fue especie muy dañina que no dejaba nada vivo. Ahora no sé cómo está la familia cangrejil, pero no es tan despreciable como la de las americanos, sin llegar ni por asomo a la exquisitez de mis años de mocedad. Si los veo en la pescadería, los compro y los guiso a la manera de antaño, pero no saben igual.
Herrera de Pisuerga es la patria del cangrejo de río, al que siempre han hecho una fiesta a principios de agosto muy celebrada. Las gentes de Herrera, y que me perdonen la manera de señalar, se parecen a los israelitas de Moisés, y, a falta de toros, pretenden torear a su ídolo cangrejil cuando se les sube el vino a la cabeza.