miércoles, 2 de diciembre de 2009

¿VÍCTOR PUERTO? ¡QUÉ BUENO SÁNCHEZ PUERTO!


José Ramón Márquez

Se anuncia el retorno a los ruedos de Víctor Puerto. En realidad no sé bien si es retorno, porque él dice que nunca se ha ido. Bueno, pues bienvenido sea de nuevo Víctor Puerto a los alberos y ojala le anuncien pronto en Madrid.

-¿Y eso? ¡Pues vaya amor que le tiene usted a Víctor Puerto! Conociéndole, no me lo esperaba, la verdad...

- Pues se lo voy a explicar: porque cada vez que he visto en los carteles a Víctor Puerto, mi mente ha volado hacia su tío, Antonio Sánchez Puerto, que es de los toreros buenos que uno ha tenido la suerte de ver, y en esto de los toros se vive mucho de las remembranzas.

En su presentación en Madrid, a mediados de los setenta, se anunció Sánchez Puerto junto con Fernando Domínguez y Manuel Pardo con novillos de Jiménez Pasquau. En esa tarde los que estábamos en Las Ventas vimos el elegante fulgor del gran toreo, del buen toreo de calidad y de compromiso, del toreo que no se aprende, del que se lleva dentro, interpretado aquella tarde por un jovencito ante una corrida seria y bien presentada.

El primer toque de atención de aquel torero fueron aquellas verónicas con las que recibió a su primero y la espléndida media con que remató el saludo. Téngase en cuenta que en aquellos años los aficionados estábamos bajo la tutela de un plantel de grandiosos capoteros de los de verdad, por lo que no era aquél un público lerdo e impresionable en ese sentido. Luego vinieron los naturales, los de pecho, los espléndidos ayudados y la estocada de ley que valió al torero una oreja de las de peso, y a la afición la confirmación de que allí había torero y de los buenos.
Luego continuó la difícil historia, la confirmación de alternativa que le dio Gregorio Tébar con toros -el nombre solamente ya da miedo- de Isaías y Tulio Vázquez, y el resto de la historia sin el final feliz de figurón de ferias, de prensa, de apoderados. De todo eso, el único que nos podría informar cabalmente, con rigor y con amor es Jorge Laverón.