29 de diciembre de 2009.- De entre todos los fotógrafos de la guerra civil, ninguno como el valenciano Agustí Centelles para captar el desastre de la guerra en una comunidad. De entre todas las fotos, mi preferida era ésta de la barricada semoviente tras la que se parapetan los milicianos en la calle Diputación de Barcelona. Y ahora resulta que es falsa, una representación. Esto, al parecer, ya se sabía, según me cuenta Arcadi Espada, pero cada uno se entera cuando se entera de que los Reyes son los padres. Como la famosa muerte del miliciano de Capa en Cerro Muriano.
Los hijos del fotógrafo Centelles admiten que la famosa foto de los caballos "estaba preparada":
"Es una instantánea real en el mismo sitio, pero no es un documento de esos que estás fotografiando mientras sucede, sino que captas lo que ha sucedido".
Lo que pasa es que la fotografía tiene algunas limitaciones en su propia ventaja, que es la de ser fedataria, incontestable. Si aceptáramos que se puede hacer un montaje 'pedagógico', todo vale: la foto de Bauluz y su encuadre selectivo o el uso de photoshop a tutiplén. ¿Por qué no un poco más de sangre, después de todo? Si se acepta esto tenía razón Enric Marco. ¿Qué más da que él no estuviera en el campo de concentración de Flossenburg? Otros miles sí estuvieron y Marco contó sus historias para reivindicarlos. Lo hizo porque tenía más talento narrativo que sus verdaderas víctimas y lo hizo en primera persona para añadirle carga dramática.