HACER EL OSO
En curiosa coincidencia con los festejos del clima en Copenhague, las magdalenas de la
Generación Disney han dado una alerta nueva: al contrario que el oso de Cajamadrid, que es devorado por sus crías, los osos polares se comen a sus hijos, como Saturno, porque el cambio climático, como el viento de Tarifa, se les lleva la pinza. ¿Cómo no acordarse de aquella imagen virgiliana de la osa dando a lametones forma a sus oseznos como uno pudiera imaginarse que Gala da forma a sus solecismos? Sabíamos que el oso, un silvano exuberante de lubricidad en mitad del casquete polar, acostumbra matar a las crías para acelerar el celo de las hembras y así seguir montando, pero no se nos había ocurrido pensar que una cosa así la hicieran para ayudar a imponer la bombilla de bajo consumo en Occidente y reventar los precios en el mercado de las conferencias. A ver cuánto tarda la Mesa del Toro en organizar un seminario sobre la influencia del cambio climático en la embestida del toro de lidia, que podría volverse carnívoro.
Ignacio Ruiz Quintano