¡Cómo odia la tierra / a los que vuelven! / Les mutila la lengua, / los enverdece como plantas, / mata / el frío de la atmósfera en sus venas. Agustín de Foxá
EL LOBIZÓN JACINTO MOLINA
Los muertos no se terminan nunca.
-Hay rachas de alivio -decía Ruano- en las que casi parece no morirse nadie y rachas terribles, como ésta última, en que llega a producirnos asombro seguir tomando café y que nos conteste alguien cuando le llamamos por teléfono.
Ahora ha caído Jacinto Molina, el lobizón del cine español, que había salido de Burgos para propagarse por el mundo como Paul Naschy, y que tomen nota los apoderados taurinos de la importancia del nombre artístico para abrirse paso en la plaza del mercado. No es lo mismo Zapatos Martínez que Zapatos Martinelli. Ni Bombillas Ramos que Bombillas Osram. ¿Cómo iba a ser lo mismo ir de lobizón llamándose Paul Naschy que Jacinto Molina? La bala de plata del cáncer se lo ha llevado. Vuelve a Burgos, bajo cuyo cielo boreal se da hoy tierra a un fantasma y su panoplia. Burgos, donde los lobos aún lloran como bobos porque se les murió su amigo Félix. (El caso de los que se aloban en noches de luna llena viene ya en El satiricón de Petronio.)
La vida, admirado Jacinto, no es una película, y va tan deprisa que hoy ya da más vértigo mirar hacia atrás que miedo mirar hacia adelante.
Ignacio Ruiz Quintano