Robleño y la verticalidad
Pepe Campos
Plaza de toros de Las Ventas. Martes 2 de mayo de 2023. Tradicional corrida goyesca en el día de la fiesta de la Comunidad de Madrid. Algo más de tres cuartos de entrada.
Seis toros de Valdefresno (procedencia Atanasio Fernández y Lisardo Sánchez), flojos, mansos y descastados. El segundo de la tarde fue devuelto a los corrales por inválido, en su lugar se corrió un toro de José Luis Pereda (procedencia Núñez), manso y remiso. Corrida cinqueña.
Terna: Ucela Leal, de rosa y azabache, ovación, silencio y silencio. Fernando Robleño, de blanco y azabache, silencio, palmas y silencio. Sobresaliente, Álvaro de la Calle, de blanco y azabache.
La corrida goyesca de este año se componía de un cartel muy de Madrid, con dos toreros de larga trayectoria, Uceda Leal y Fernando Robleño, que sumaban entre los dos más de ciento veinte paseíllos en Las Ventas. Ambos matadores de toros, entiendo que son dos toreros muy respetados por los aficionados madrileños, por haber firmado en alguna que otra de sus comparecencias faenas de enorme calidad. De nuestro recuerdo particular rescatamos muletazos de oro muy lentos y templados de Uceda Leal a un toro de Victorino Martín cuando todavía no había finalizado el siglo XX, y los toros de Victorino mantenían firme su leyenda. Para el caso de Fernando Robleño, se nos viene rápidamente a la memoria, dos grandes faenas de corte y estructura clásica a sendos toros de Valdellán —hará cinco años— y de José Escolar —el último mes de septiembre—; en este último caso con la lograda emoción de poderle a un toro de verdad.
A su manera, dos grandes toreros, algo que creemos es indiscutible. Dos matadores de toros que han tenido que pechar en su vasta vida taurina con todo tipo de avatares dentro del proceloso mundo de los toros. Un espacio vital, el táurico, tan peculiar, tan parecido a la vida misma, donde ciertos seres humanos tienen que demostrar constantemente mucho, mientras otros con poquito que exhiban ya les luce una inmensidad en todos los órdenes de resultados, de beneficios y de relato —es decir, aquello que los demás ven en ellos o creen que valen o que son—. Todo un territorio fantástico para hacer filosofías y especulaciones, para crearse fábulas y ocultar realidades o verdades. No es necesario seguir con más cavilaciones, pues todo lo anterior se puede comprobar realizando una consulta, pongamos como referencia la página de web de Fernando Robleño —la solución al dilema, en el móvil— y ver en ella la relación de ganaderías a las que se ha enfrentado este torero anteriormente en la Plaza de Toros de Las Ventas, para darnos cuenta de que ayer se las vio con lo más bonancible que el campo bravo destinó para él.
Haciendo comparaciones culturales —algo que está de moda— podríamos revelar o concluir que lo que nos sucede, y nos encontramos y padecemos, en nuestra cultura es «la vida misma». De ahí la realidad de cada uno, que hay que asumir. Sin espacios para el libre albedrío. En la cultura china, si me dejan esta licencia, dirían que lo que nos ocurre es lo que nuestro destino nos reserva. La clave residiría en «el destino mismo». Y si aplicamos una comparación con lo que hallamos en el mundo taurino, podríamos decir que a lo que se enfrentan los toreros en su carrera es un símil de «la vida misma» o «el mismo destino». Digamos que ayer, tanto Uceda Leal como Fernando Robleño, tenían la oportunidad de salir del olvido en el que se encuentran en el orbe taurino —a excepción, pensamos, de Madrid—, pero en ese trance siempre abierto a la ilusión se cruzó «la vida misma», «el destino», representado en el juego de los toros de la ganadería de Valdefresno, elegidos para la ocasión por los entendidos en dicha tarea, para rebajar los sueños de los toreros y de la afición.
Es verdad que algo más —siempre es así— pudieron hacer los espadas en cada toro, en cada lidia, para darle la vuelta a ese «destino escrito» que les rondaba. Y por eso el análisis de la corrida. Uceda Leal, al manso y rajado toro que le tocó en primer lugar, lo toreó sin dudas desde el inicio de la faena, entendiendo al toro —veteranía—, con inicios por bajo, en los terrenos del siete. Puesta la muleta en la derecha, con suavidad, le saca un gran redondo y, más adelante, una estupenda tanda. Con la izquierda la labor fue a menos por las condiciones del toro que ya sólo quería huir. Uceda mostró empaque, gusto y verticalidad. A la hora de matar pinchó en dos intentos en la suerte contraria y una estocada tomada en corto, casi entera, dos dedos baja. Todo quedó en una ovación. Al tercero de la tarde, flojo, manso y descastado, que no quería pelea, pues se fue a tablas, le quiso buscar las vueltas pero la realidad rajada del toro le impidió remontar, además de que el respetable no quería permanecer en probaturas. Lo mató en tablas de una estocada atravesada. En el quinto, otro toro manso que se entableró, no pudo intentar ningún toreo ante tanta ruina de animal. Terminó su labor con una estocada contraria atravesada. Todo quedó en nada.
Fernando Robleño, tuvo que lidiar en primer lugar a un sobrero de José Luis Pereda, un toro remiso, que se lo pensaba, manso, un astado que se mostró dominador al comienzo de la faena de muleta pero que se fue rajando a medida que Robleño le quiso meter en el engaño. Una labor larga y cambiante, al comienzo vimos rotundidad en el torero, luego especulación en el pase que abría la faena a la posible ligazón, pues el toro de Pereda quería coger. Queda la duda sobre qué hubiera pasado si Robleño en ese pase concreto de plantarse y jugársela, haciendo pasar al toro sin rectificaciones, le habría venido el triunfo —que el toro rompiera— o la cogida.
Pensamos que Robleño tuvo mérito. Mató muy mal, de dos pinchazos en la suerte natural y una estocada baja, recibiendo un aviso. En el cuarto toro de la tarde, otro manso descastado al que había que robarle los pases, por la izquierda sólo pudo estar en lidiador y por la derecha subió el nivel, consiguiendo algunos notables redondos, sin lograr redondear un toreo de dominio porque el toro fue recelando —yéndose a sus querencias— y el torero se pasó de metraje. Mató de tres pinchazos en la suerte contraria y media estocada tras un aviso. Ante el sexto, un toro rajado que embestía a su aire, Robleño manifestó disposición sin acierto —descuidó incluso la colocación— porque el toro era puro descaste. Mató de estocada tendida. Curioso fue que este toro remiso y manso fuera a morir a los medios.
Laboriosas lidias a tanto manso. Con el capote cumplió José Chacón.
Goyería sanchista
ANDREW MOORE
LO DE UCEDA
LO DE ROBLEÑO
FIN