Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Desde la cepa del poste del fútbol de los 70, cuando los cronistas butaneros creían estar citando a César Vallejo al decir que la pelota “pasó lamiendo la cepa del poste”, no se había vuelto a saber de cepas en el lenguaje popular hasta “la cepa inglesa” de “la Coviz”.
De la cepa china nunca permitieron hablar, y Trump era Hitler (por cierto, que los liberalios todavía nos deben el Hitler prometido en 2016) sólo por nombrarla. En cambio, en la pescadería se habla de la cepa inglesa.
–Nos hemos dejado vencer por el tremendismo –escribió una vez, aquí, Ruano–. No hay peste ni niño muerto. Lo que hay es que saber sacarle sustancia, ejemplo y dignidad al espectro de la peste. Echarle valor al miedo.
¿Y qué dice Innerarity, Minerva de la nación?
Este odio continental a lo inglés viene de lejos. Napoleón decía que Europa no podría estar en paz mientras subsistieran Inglaterra y su Constitución (garantía de su libertad). En el continente (¡ahí tenemos al fatuo Macron, de cuyo virus ignoramos la cepa!) las constituciones no dejan de ser un “provisorium”, siempre en precario.
–Pero vivir en crónico precario –recuerda nuestro ensayista, que lo lee en “Boswell’s Life of Johnson”– no es ninguna novedad histórica, quizá por aquello que decía Quevedo: …solamente lo fugitivo permanece y dura.
El hecho de que Inglaterra fuera la “culpable” de que, al menos en el continente, no tengamos hoy el alemán por lengua vehicular, tampoco ayuda a desactivar nuestro odio a lo inglés, manifiesto en dos titulares: “Trump sparks anger by calling coronavirus ‘Chinese virus’”, antes, y ahora, “World’s media ask how it went so wrong ‘Plague Island’ Britain”.
En los Estados de Partidos, cuyo factor de gobierno es el consenso (es decir, el reparto), la libertad es piedra de escándalo, como la salud en un hospital. Ignoran que “las sociedades sin conflictos no son utópicas; son imposibles”. La libertad es…
–Bueno, me imagino que [aquí] todo saber de la libertad es un tanteo en modo negativo.
[Sábado, 26 de Diciembre]