Ignacio Ruiz Quintano
Abc
A los que, ido Juan Cueto, nos creímos descolgados de la TV para siempre, el fútbol sin “habeas corpus” de “la Coviz” nos ha vuelto a sentar por obligación ante la caja tonta como unos Alex DeLarge (Malcolm McDowell, en la naranja mecánica de Kubrick) cualquiera.
Ha sido un año atroz, también por la TV, sin más contactos con la inteligencia que el anuncio de “nutella” con el niño que guarda copos de nieve en un tarro de cristal y el serial “El increíble doctor Pol”, un veterinario de Michigan a cuya figura dedicó National Geographic el Día de Navidad.
Entre los números de magia veterinaria del doctor Pol que más me gustan está el examen de las vacas para comprobar su preñez (las hueras son destinadas al matadero). Provisto de un guante de “Gilda”, pero de plástico, el doctor Pol levanta la cola de la vaca, introduce su brazo hasta el fondo del útero y canta, al tacto, los días de preñez que lleva la vaca (se educó en una universidad donde un examen consistía en adivinar los años de un caballo por los dientes, con un margen de error de un año para eludir el suspenso).
En la placidez navideña del sofá eché de menos en nuestra ciencia literaria un doctor Pol como el de la ciencia veterinaria. Alguien que, con un guante Varadé y unas yemas de los dedos como los de Warren Beaty, nos anunciara con precisión los días de concepción de novelas, ensayos y poemarios de nuestros amigos del gremio de las letras que en estas fechas aprovechan la felicitación “de fiestas” (las “Fiestas del Afecto”, le ha hecho decir Iván Redondo al pobre Sánchez) para promocionar “mi libro, que saldrá en primavera”.
–¿Qué te parece?
Dar consejo al que lo pide debiera ser mandamiento de la Iglesia. Al menor de 50 le recuerdo que Kant no se sintió capacitado para echar unas letras hasta cumplidos los 60. Y al mayor, si novelista, le aconsejo, si no se ve con fuerza para superar “Los demonios” de Dostoyevski, que lo deje; si ensayista, lo mismo, si no se ve con moral para enriquecer el “Diálogo sobre el poder y el acceso al poderoso” de Schmitt; y si poeta, qué menos que superar el peor de los sonetos de Bocángel o callarse.
En el fútbol lo más parecido al doctor Pol que se despacha sigue siendo don Ramón Rodríguez Verdejo, Monchi, cuya habilidad para echar el guante al futbolista bueno, bonito y barato ya es legendaria. ¿Por qué no un “reality” de Monchi en esas cadenonas del “mainstream” que se pasan el día vendiéndonos la eutanasia (“¡no es obligatoria!”) después de habernos tenido “acojonados” con los “voletíos” de “la Coviz”?
“La Coviz” viene a ser una eutanasia por la tremenda. El globalismo da por seguro que la juventud está lo bastante domesticada para no sublevarse así la aspen, y su objetivo parece centrarse hoy en chinchar a los viejos, que son los que aguantan, y ahí están los veteranos de Zidane, ese Modric-Casemiro-Kroos, tirando, tan ternes, del tren de la Liga y de la Champions en una época tan científica que manda “la Coviz” y tan compasiva que manda la eutanasia.
Koeman, que viene de Holanda, un país de prejuicios con los viejos (Cruyff estableció en cinco años el ciclo de un futbolista), cambió al viejo Suárez por el “garçon” Griezmann, y apostó sus dos florines a dos adolescentes, Pedri y Ansu Fati, con todo el noviciado de la Masía a su disposición, y ahora asiste al escandaloso espectáculo de los “bisas” de Zidane merendándole la cena a la culerada, y sin despeinarse. Al ver que el ritmo del fútbol de “la Coviz” nada tiene en común con el del fútbol de toda la vida, ¿qué no daría por disponer de Xavi (el mejor centrocampista de la historia para los de “France Football”) e Iniesta (“¡Iniesta de mi vida!”) y hasta de Puyol, para medirse con los “panteras grises” madrtidistas?
Modernizar no es rejuvenecer. Modernizar es verlas venir, y en eso el Madrid de Zidane le ha ganado por la mano al Barcelona de Koeman. En eso… y en el estadio, ese Bocata de Albal como caído de un ovni en mitad de la Castellana que es el nuevo Bernabéu, un Guggenheim del balompié para las mocitas alegres y risueñas porque juega su Madrid.
AÑO LLORENTE
Hijo de Paco Llorente y nieto de Ramón Grosso, Marcos Llorente, al que le ha quedado un nombre para placa de notario en el portal, es la primera figura de algo que declara abiertamente que 2020, que rima con Llorente, ha sido su año, que lo marcó para siempre en su noche contra el Liverpool en Anfield. Marcos Llorente es un madridista que nos enseñó Solari y un atlético que explotó con Simeone, que lo “usa” de navaja suiza. Su fútbol de coraje se alimenta del público, y reconoce que, por más que lo intente, un futbolista no consigue concentrarse sin la gente. En Marcos Llorente hay algo de Modric a la madrileña, más completo, y si el croata cuenta con llegar tan pichi a los 40, al madrileño, al hilo de este tran-tran de “la Coviz”, le queda por delante una generación por entero.
[Lunes, 28 de Diciembre]