miércoles, 20 de mayo de 2020

La Lotería


 La Viñuela. Esta mañana temprano

14 de marzo, último sorteo
 

Francisco Javier Gómez Izquierdo
 
      Entrado ya en los años de cobrar el retiro y procurando no escuchar, apartándome del pelotón de charlapuñaos que promete arreglarnos la vida mientras regala la suya con las paladas que recoge en las nóminas de “la gente corriente”, confieso que desde marzo echo de menos las rutinas que se ve que los mayores vamos institucionalizando para evitar descarrilamientos mentales. Una de ellas es andar muy de mañana dos horas y otra mi relación con la lotería. Llevamos ya días con el hábito caminante recuperado, pero la tarea de los lunes por la tarde que era recoger el número para el sábado próximo en la Administración de Fátima del Carrefour Al Zahira (crónicas musulmanas cuentan que era ciudad más esplendorosa que Medina Al Zahara) al que estoy abonado desde hace 20 años, y echar dos columnas, siempre las mismas, a la primitiva semanal, llevo sin poder hacerlo desde el día de marzo que se “chapó” el país.
        
Entre las cosas caviladas  en el paseo mañanero me vienen a la cabeza los miles de millones que el Estado ha dejado de ingresar en sus arcas y que esperaba recaudar. Supongo, no lo sé, porque de economía no entiendo ni lo justo, que esos miles de millones estarían presupuestados me temo que hasta con generosa previsión y nuestros gobernantes tendrían idea de emplearlos para la prosperidad de los ciudadanos. Si es así, los presupuestos del Gobierno tienen un roto más que preocupante y es accidente que no sé si está explicado con el rigor que merece.
      
Pero a la lotería no jugamos para financiar la nación. Jugamos por ver si nos tocan unos  miles de euros y el desgraciado de manual, ese protagonista de novela de nuestro deprimido 98 o de las penurias presoviéticas, el que se aferraba a la esquiva Esperanza apurando el último euro en un jueves con bote por si la Fortuna lo guiñaba, ése que se ha visto acompañado en la desgracia en este XXI pero durante estas semanas y meses sin esa mínima posibilidad aunque remota del consuelo del bombo de la Suerte.
     
Seguro que estoy equivocado, pero no creo que las loterías del Estado sean asunto de menor importancia. Ustedes habrán escuchado el rumor -si pongo bulo, doy por hecho que es mentira ¿no?- de que cuando la otra gran crisis el Organismo de los Sorteos se hizo cargo de parte de las nóminas de los funcionarios dándonos a entender que es una de las pocas entidades que dispone de respetables cantidades de dinero contante y sonante. 
     
Un servidor no es que tenga demasiada fe en la Lotería, pero como los que tienen el encargo de mejorar mi modesto pasar hasta morir no toman demasiado empeño en la tarea,  prefiero confiar en unos números que aunque escogidos a la manera supersticiosa no hay semana que no me animen con un “no desesperes” o un “éste mes cae”.
     
Esta semana ya se puede jugar a la primitiva. El 9 de marzo retiré los tres decimillos del mes de la lotería nacional porque me iba a ir a Burgos, otra de las rutinas que me había fijado cada trimestre. Me dice el lotero que el especial del día del padre va para mediados de junio y el del 28 de marzo a finales y como me ha empezado a líar con fechas y líos le he dicho que "pocapoco", que ya le iré cogiendo el tranquillo.