Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La Kehlsteinhaus (para nosotros, Nido del Águila) era la casita de campo en los Alpes Bávaros de Hitler, el cabo austriaco que llegó a canciller de Alemania, no por la democracia, como sostienen nuestros democratólogos del pan pringao, sino por la gatera del sistema proporcional de Weimar, cuya Constitución originó la perversión de identificar la democracia con el Estado de Derecho y con el Estado de partidos.
Aquí, como en Weimar, los sujetos constituyentes fueron exclusivamente partidos políticos, y el resultado fue esta partidocracia por cuya gatera ha llegado a soberano (“soberano es quien decide el estado de excepción”) Pablemos, que tiene su Kehlsteinhaus en Galapagar, con vistas a la Sierra de Guadarrama, donde triscan rebecos y krausistas.
La Kehlsteinhaus de Pablemos está protegida militarmente, no se sabe si por si los escraches (“jarabe democrático”, en la jerga comunista) de los vecinos, cuya imaginación, ante tamaño aparato, se dispara hacia Los Álamos del Proyecto Manhattan, donde Oppenheimer pudo decir “soy la muerte, que destruye a los mundos”.
¿Qué secretos de Estado merecen el despliegue militar de los mejores hombres de Marlaska en el Área 51 de los victorinos? ¿Los gayumbos yijadistas de tres capas (“endowment pad”) de Ferreras? ¿La vacuna de Melinda Gates?¿La de Echenique, el Oppenheimer del CSIC? ¿Las cifras reales de muertos por la Coviz (léase como Madriz) en las residencias de ancianos? ¿Una edición rara de la “Ética de la Razón Pura” (sic) de Kant en la mesilla de noche del señorito? ¿La partida de nacimiento en Soria de Antonio Machado? ¿La tabla de los numerales y ordinales del Presidente? ¿Una guía de perplejos para conjugar el verbo “prever”?
–¡No tengo el hombre! –gritó, famosamente, el maño Costa, que vino a regenerar España, como los de Ciudadanos.
A Costa le salió de “hombre” Ortega, que trajo lo que trajo y luego no era eso. Y a Ciudadanos le ha salido de “hombre” Edmundo Bal, que acabará de guardés en la Kehlsteinhaus.