miércoles, 12 de febrero de 2020

Ley Rhodes


Fiske-Harrison, la alternativa liberal a Rhodes, el pianista jartible


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    En España los legisladores son los ministros del gobierno, y a hacer leyes nadie gana a los Iglesias, Pablo, muy jebo, e Irene, muy chirene, hechos unos Adán y Eva en el paraíso de Quintos de Mora, y que a la sombra de un manzano han concebido en un fin de semana la Ley del Sexo, que bien podría llamarse Ley Schneider, en homenaje a la protagonista de “El último tango”, y la Ley Rhodes, o Ley del Santo Niño del Remedio, que lleva el nombre de “Rhodes” en homenaje al pianista "jartible" que juega a tocar en Twitter las Variaciones Goldberg, aquellas que, tocadas por Glenn Gould en el Mozarteum, llevaron al suicidio a Wertheimer, “El Malogrado” de Thomas Bernhard. ¿Hay algo más adánico que poner nombres a las leyes-fetiches?
   
 Ley es lo que place al príncipe, o sea, a Pablemos, maestro en esa facultad de las cosas inútiles que es el Derecho, señalado por la doctrina Vishinski como una de las cadenas con las que la burguesía esclavizó al proletariado.
    
La Ley Schneider, por la que, al parecer, se regulará el onanismo en España, liberará al proletariado, que ahora no tiene tiempo para tocamientos, y esclavizará a la burguesía, que, según la observación de Marx, tiene la mano más larga.
   
 Y por la Ley Rhodes todos los niños (siquiera los tutelados por el Estado) tocarán el piano en vez de darse al puterío dickensiano.
    
Hace un año, y como alternativa liberal a Rodhes, Hughes propuso aquí a Fiske-Harrison, ¡un Rhodes de derechas!, igualmente inglés, igualmente alumno de la Arnold House de Londres, igualmente discípulo del profesor de boxeo acusado de abusar de Rhodes, y a diferencia de Rodhes… ¡taurino! ¿Se imaginan una Ley Fiske-Harrison de Teo García Egea para derogar la Ley Rhodes de Pablemos?
    
Es un hombre muy guapo, como si Rob Lowe tuviera los modales de Hugh Grant y cogiera el estoque como Cayetano Rivera. ¡Esto sí es un hispanista!
    
El problema es que en España, si no fuera por la derecha, no necesitaríamos derecha. Podríamos explicarlo, pero aquí termina el folio.