Louis de Funes
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El modelo histórico de la Santa Transición fue, en caricatura, el Directorio francés, cuyo líder, Barras, a falta de ideas políticas, se mantenía golpeando de modo alterno a su derecha y a su izquierda.
–Traidor en el fondo, mentiroso con regodeo, vendiéndose a cualquiera y engañando a todo el mundo, tenía un alma de mujer en un cuerpo de hombre apuesto.
Al frente de la logia centrista figura hoy un Louis de Funes con ínfulas intelectuales, Macron, que primero muele a palos a los franceses y después les anuncia un asistente sexual para discapacitados (la obsesión socialdemócrata con el sexo busca tener al contribuyente ocupado: una mano para pagar impuestos, y la otra, para despeinar a la cacatúa). “L’exception culturelle”!
De visita en Varsovia con el pintor mexicano Juan Soriano observó José-Miguel Ullán la señal del destape polaco en unas octavillas con reclamos eróticos en todos los parabrisas de una larga hilera de coches aparcados:
–En todos, menos en uno: el que lleva una pegatina de conductor minusválido.
¡De “l’exception culturelle” (los apaleos policiales que no salen en los telediarios) a “l’exception sexuel”! Que ya lo dijo Lenin: “Sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario”.
El centrismo español, que abreva en los mandiles de Macron, cambia sexo por territorio, y Arrimadas, a quien cualquier teoría política le es ajena, invita a Sánchez como socio de “acuerdos puntuales”… en “territorios excepcionales”. ¡La excepción constitucionalista! Con razón dijo Paul B. Preciado (cuando aún se llamaba Beatriz), el filósofo burgalés, que “España es un gallifante de Suecia y Turquía”.
La soberanía, como se sabe, sólo se manifiesta cuando la unidad estatal entra en crisis: Edmundo Bal debe contarle a Arrimadas que hacer de la excepción norma, y de la soberanía, autoridad cotidiana, es banalizar la excepción, y por tanto, la soberanía, que así acaba volviéndose inane ante la aparición de cualquier fuerza que desafíe al Estado.