jueves, 9 de agosto de 2012

Pesca, paseo y callos

 Hughes

El veraneo del político es un rito inevitable y tiene dos funciones. Nos desvela al hombre, nos lo coloca en un contexto de familia, suegra, prole, partida de dominó y amigos más o menos postizos. El político enseña las piernas y una normalidad ciudadana, de españolito en niqui. Pero el veraneo es también una cierta idealidad de España: González y su tartésico dorado de Doñana o Aznar y su emblemática Oropesa, donde se le levantó chulaponamente el polo. Rajoy, sin embargo, no tiene un veraneo visionario y para por Sangenjo. Este año se ha ido al valle del Salnés y allí, según informa ABC, ejecuta su trilogía churchilliana, que no es sangre, sudor y lágrimas, sino pesca, paseo y callos. Rajoy pasea, Rajoy pesca y Rajoy come callos y tanta es su afición que  incluso los encarga para llevar, es decir, que tira de tupper. Rajoy es esa trinidad reflexiva desconcertante de caminar, mojar el hilo y terminar la reflexión pensativa comiéndose unos callos en agosto. Todo en Rajoy tiene ese fondo de provinciano dandismo derrotado que finaliza en unos callos, en la satisfacción un poco tremebunda de los callos. Una coda zumbona a su silencio, un casticismo satisfecho e imperturbable que nos tranquiliza. Aunque no parece que un hombre así pueda llegar a conocerse nunca.