jueves, 9 de agosto de 2012

Troya

Valentín González, El Campesino

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    De derrota en derrota hasta la victoria final, que era Troya, pero la del Palmar.

    España es Troya, que tiene su Palmar en Marinaleda y a su Papa Clemente en Gordillo, el Copito de Nieve de los reporteros-antropólogos del “New York Times”.
    
Los animales desean lo que necesitan; el hombre necesita lo que desea.
    
Eso dijo Marx. Y los volvió locos.
    
Así que, llevados del deseo y la necesidad de llamar la atención revolucionaria, la alegre muchachada de Gordillo, diputado del gobierno andaluz, en incursión de castigo a los Mercados, fue a socializar al Mercadona.

    –Sólo con el uno por ciento de lo que he robado, a estas horas estaría rascándome la tripa en la Costa Azul. Pero yo soy un idealista; un romántico, vamos. El primer buen golpe lo di en una gasolinera del Puente de los Franceses, a la salida de Madrid. Y con el dinero, el Partido pagó los viajes y las dietas a unos cuantos personajes para que se reunieran en San Sebastián para aquel dichoso pacto que trajo la República –declaró Valentín González, El Campesino, en el “Pueblo” de Emilio Romero, que le merecía más confianza que “El Viejo Topo” de Toni Negri.
    
Gordillo es menos ingenuo que Javi Poves, “il Poverello” del Sporting, y menos bragado que El Campesino, quien, puesto a socializar, hubiera socializado el bandejón del marisco del camarada Torrijos. Incluso el liberal Bravo de Laguna fue más audaz, cuando intentó socializar en Londres un ambientador y un pijama de seda.

    Gordillo es el pícaro hispano de toda la vida, por muy nerudiano que resulte asustar a una cajera del Mercadona con un lirio en la mano (Neruda pedía asustar a una monja).

    La película de Gordillo no es “El Acorazado Potemkin”, sino “Corridas de alegría”.

Gordillo jugando a Papa Clemente