Cavia
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El hecho de no ver ya periodistas en la noche de Madrid incrementa la sensación de crisis.
–Una hermana del glorioso escritor Mariano de Cavia va rifando muñecas por los mercados de Barcelona para no morirse de hambre –tituló en abril del 29 el semanario madrileño “Mundo Gráfico”.
Dos años después estallaba la República.
Para que un país funcione, sus periodistas han de estar bien comidos.
Es verdad que ahora se ve a menos periodistas en los bares, pero eso es porque, de noche, los que no están en las tertulias están en casa, recogidos, aunque cenados.
Y es que lo que no consiguieron Ortega o Buqueras y Bach con sus tabarrones europeizantes lo ha conseguido la crisis: ponernos en hora con los suizos, como antes de la Dictadura de Primo, que fue quien, para no aumentar los sueldos de los funcionarios, estableció la jornada intensiva, y por consiguiente, ese pintoresco horario español contra el que nada pudo luego ni un decreto regeneracionista de Serrano Suñer.
¿Se acabó el trasnoche? No. Pero es un trasnoche a la suiza, que termina cuando empezaba el trasnoche a la española.
Cuando lo de Serrano, le preguntaron al embajador Lequerica, bilbaíno prodigioso (“Washington es un inmenso Neguri”), por el asunto, y dijo que el trasnoche a la europea favorecía el divorcio:
–Aquí (España), en general, el matrimonio es admirable. Los esposos no se ven, viven como en un divorcio permanente, y por eso no necesitan nunca divorciarse.
Ninguno de mis amigos periodistas sale de noche, y el caso es que todos se han divorciado.
–¿Cuánto puede dejar una rifa de muñecas en Barcelona? –me preguntan.
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