miércoles, 7 de marzo de 2012

Guerrilla

Mourinho (el del dedo) y Pochettino (el de la trenka)

Pedro Ampudia

A los de mi generación nos educaban nuestros padres y abuelos en casa, los profesores en el colegio y la Bruja Avería y los Electroduendes en la tele. Nuestro padres venían de la posguerra y nuestro abuelos habían estado pegando tiros en el Alto de los Leones, así que sabían de qué iba la vida. Tonterías, las justas. Yo estudié en un colegio con fama de derechista y no recibí allí más adoctrinamiento político que el subliminal de Don Ángel, un octogenario profesor de inglés que se ocultaba tras El Alcázar mientras hacíamos ejercicios con el genitivo sajón. Bien es cierto que los curas que daban religión y oficiaban las misas eran casi preconciliares, uno con sotana y el otro con clergyman, pero teníamos la contrapartida de los curas progres de las parroquias de los barrios o del Padre Palomares en San Pablo. Los sábados por la mañana nos educaban Lolo Rico, Alaska y Pablo Carbonell con un refrito de consignas progres y música de Los Ronaldos, pero cabía la posibilidad de ponerse del lado de la bruja, del mal y del capital para acabar siendo un ultra-liberal, que diría Nacho Escolar. Nos quedamos con las ganas de saber si aquel pato de la Rico consiguió ser líder y guía o acabó lacado en un chino.

No tenemos muy claro quién educa a los niños de hoy en día, pero sospechamos que internet, Educación para la Ciudadanía y, en algunas escuelas de Cataluña, el Pep. Ya hablamos aquí de la Madrasa futbolística del Barça, que va a acabar siendo la escuela piloto de la educación catalana. Con los niños representando Otelo en la función de Navidad, haciendo todos de Desdémona en el lecho de muerte a imitación de los jugadores de Guardiola como decían en el Wall Street Journal y nos recuerda con frecuencia Ruiz-Quintano. Sólo que en vez de música de Verdi acompañarán la opereta temas de Coldplay. Que a un niño le prediquen la paraula del Pep es como que le sustituyan a uno a los Evangelistas por Paulo Coelho. Los niños catalanes de las madrasas nacionalistas no saben quién fue Pla y muchísimo menos Eugeni d'Ors, pero la hipocresía que aprenden de Guardiola les vendrá muy bien con el régimen que les gobierna.

La némesis de esa Cataluña oficialmente culé sólo la puede representar el Espanyol, a pesar del intento del de los berberechos de alejarlo de su esencia entregándolo también al nacionalismo. Se recibe al equipo blanquiazul en el Bernabéu como se recibe a un amigo y salta el Espanyol al césped dando la impresión de necesitar un freudiano "matar al padre" para sacar un buen resultado. No ocurrió el domingo, en un partido que el Madrid dominó de cabo a rabo con una solvencia despampanante. Este Madrid de Mourinho fluctúa entre la disciplina de un ejército regular y el aparentemente caótico y fulgurante ataque de la mejor de las guerrillas. Si la resurrección de Kaká llega a concretarse y Khedira continúa rebosando tensión física y talento táctico, más la conocida ansia de Cristiano, el insultante talento de Özil y la "baraka" que parece acompañar a Higuaín cuando los enterradores se afanan en cavar su tumba, podemos esperar de este equipo cosas que aun ni imaginamos.

Mientras llega el declive del Imperio Guardiolista, yo, cuando veo al entrenador del Barcelona, no puedo evitar acordarme de aquellos versos que Jaime Gil de Biedma se dedicó a sí mismo.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

En La Vida por Delante

Esperando a Mourinho

Esperando a Pochettino

Raphael Varane, sustituto de Carvalho, corre hacia el vestuario
tras el calentamiento durante el descanso con Rui Faría