Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Los taxistas piden armas, y no hay que ponerse en “Taxi Driver”, que una cosa es un ejército para la guerra, y otra, un ejército para el cine, como decía Camba en Sevilla, viendo perder a los fotogénicos rusos nuestra guerra.
Armas no para defenderse, sino para cobrarse las carreras.
La gente está achuchada, y salir de noche ya es una tortura china, con su cena ligera y su bebida barata. Uno intenta volver a su casa andando, pero a mitad del camino te duelen los pies y levantas el brazo para parar un taxi, gesto, dice Foxá, que en Madrid, cuando el Frente Popular, bastaba para ganarse “el paseo”. Una vez acoplado al skay del Skoda, el garrafón chino circula por el cerebro como el bosón de Higgs por el colisionador suizo.
–¡A casa!
El taxista aprovecha para colocarte el blues del parado, o la triste historia que va de la Facultad de Periodismo al volante del taxi. Fin de trayecto. ¿Es lo que marca? Sí, 13,80. ¿Tiene los 80?
–¿13,80 por esa m… que me ha contado?
Y empieza un regateo que no tendría lugar si el taxista portara un arma.
Como peatón, comprendo a los taxistas, y, como ellos, pido un arma para ir por la acera entre moteros y ciclistas.
Un amigo tuitero escribió al Ayuntamiento (referencia 201106231133) para reclamar: a) acera exclusiva para peatones (prohibida a ciclistas) ó b) acera exclusiva para ciclistas (prohibida a peatones).
La respuesta parece un artículo de fondo de Goytisolo:
–La idea es promover un espacio de convivencia y tolerancia entre peatones y ciclistas, que no pueden circular a más de seis kilómetros por hora.
Las tres culturas.
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Abc
Los taxistas piden armas, y no hay que ponerse en “Taxi Driver”, que una cosa es un ejército para la guerra, y otra, un ejército para el cine, como decía Camba en Sevilla, viendo perder a los fotogénicos rusos nuestra guerra.
Armas no para defenderse, sino para cobrarse las carreras.
La gente está achuchada, y salir de noche ya es una tortura china, con su cena ligera y su bebida barata. Uno intenta volver a su casa andando, pero a mitad del camino te duelen los pies y levantas el brazo para parar un taxi, gesto, dice Foxá, que en Madrid, cuando el Frente Popular, bastaba para ganarse “el paseo”. Una vez acoplado al skay del Skoda, el garrafón chino circula por el cerebro como el bosón de Higgs por el colisionador suizo.
–¡A casa!
El taxista aprovecha para colocarte el blues del parado, o la triste historia que va de la Facultad de Periodismo al volante del taxi. Fin de trayecto. ¿Es lo que marca? Sí, 13,80. ¿Tiene los 80?
–¿13,80 por esa m… que me ha contado?
Y empieza un regateo que no tendría lugar si el taxista portara un arma.
Como peatón, comprendo a los taxistas, y, como ellos, pido un arma para ir por la acera entre moteros y ciclistas.
Un amigo tuitero escribió al Ayuntamiento (referencia 201106231133) para reclamar: a) acera exclusiva para peatones (prohibida a ciclistas) ó b) acera exclusiva para ciclistas (prohibida a peatones).
La respuesta parece un artículo de fondo de Goytisolo:
–La idea es promover un espacio de convivencia y tolerancia entre peatones y ciclistas, que no pueden circular a más de seis kilómetros por hora.
Las tres culturas.
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